Málaga, 3 de noviembre de 2025 – La idílica Costa del Sol, con sus playas doradas y su ambiente cosmopolita, se ha convertido en un inquietante escenario donde la impunidad al volante florece a la sombra de la falta de cooperación internacional. Los controles policiales, cada vez más exhaustivos, chocan frontalmente con la burocracia y la lentitud en la verificación de datos de vehículos extranjeros, un escollo que las organizaciones criminales no dudan en aprovechar. La realidad es cruda: la delincuencia organizada se beneficia de la falta de herramientas unificadas y bases de datos compartidas a nivel europeo, dejando un amplio margen para el tráfico de drogas, el robo de vehículos y otras actividades ilícitas.
Imaginemos la escena: un vehículo con matrícula belga circula a gran velocidad por la A-7, esquivando el tráfico con una temeridad que levanta sospechas. Los agentes dan el alto, pero las respuestas del conductor son evasivas. Su acento extranjero y la documentación confusa complican la situación. ¿Deben retener el vehículo durante horas, a la espera de una respuesta de las autoridades belgas, o dejarlo marchar con la esperanza de que no esté involucrado en nada turbio? Este es el dilema diario que enfrentan los agentes en la Costa del Sol, una encrucijada donde el respeto a los derechos individuales colisiona con la necesidad de garantizar la seguridad ciudadana.
La falta de agilidad en la respuesta de algunos países europeos, como Bélgica, contrasta con la colaboración de otros, como Francia. Esta disparidad crea un «cuello de botella» en la lucha contra el crimen, permitiendo que delincuentes con matrículas extranjeras se muevan con total impunidad. «Hay países que nos contestan a las ocho horas y no podemos parar a nadie tanto tiempo», denuncia una fuente policial que prefiere permanecer en el anonimato. La situación se agrava durante los fines de semana y festivos, cuando los servicios de verificación de datos son más lentos o incluso inexistentes.
El ingenio de los delincuentes no tiene límites. Utilizan vehículos a nombre de terceros, falsifican matrículas, recurren a «amigos de amigos» para desvincularse de cualquier responsabilidad y aprovechan las horas de mayor congestión de tráfico para camuflar sus actividades. «El coche nunca es de los malos», resume gráficamente un investigador. Esta estrategia dificulta enormemente la labor policial, ya que impide rastrear a los verdaderos responsables y aplicar sanciones económicas o medidas cautelares.
Si bien existe una base de datos compartida a nivel europeo llamada EUCARIS, su funcionamiento deja mucho que desear. «No funciona como debería porque no todos los países dan acceso a sus datos; algunos no están dados de alta», lamentan agentes con décadas de experiencia en carreteras. Esta falta de información dificulta la identificación de vehículos robados o involucrados en actividades delictivas, convirtiendo la Costa del Sol en un corredor para el crimen transfronterizo.
Ante esta situación, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) reclama una «mayor coordinación a nivel europeo» y «herramientas legales» que permitan a los agentes actuar con mayor rapidez y eficacia. «Cuando trabajamos contra la delincuencia organizada y el narcotráfico no podemos estar esperando varias horas a confirmar la veracidad de los documentos», denuncia el colectivo. La petición es clara: bases de datos compartidas, protocolos unificados y una mayor voluntad política para combatir el crimen transfronterizo. De lo contrario, la Costa del Sol seguirá siendo un paraíso de impunidad para aquellos que se aprovechan de las lagunas legales y la falta de cooperación internacional.
La noticia sobre la impunidad de conductores extranjeros en la Costa del Sol revela una preocupante realidad que va más allá de una simple cuestión burocrática. Es un síntoma de la falta de voluntad política real para abordar el crimen transfronterizo de forma efectiva. Mientras se alzan discursos grandilocuentes sobre la cooperación europea, la realidad en el terreno, como bien describe este artículo, es un caos de protocolos dispares, bases de datos incompletas y una lentitud exasperante en la verificación de información. Esta ineficiencia, disfrazada de respeto a los derechos individuales, se convierte en un salvoconducto para delincuentes que operan con la certeza de que las fronteras, en la práctica, son meras líneas imaginarias en un mapa.
La solución no pasa únicamente por mejorar la base de datos EUCARIS o exigir mayor diligencia a ciertos países miembros. Es necesario un cambio de mentalidad radical. Debemos dejar de ver la seguridad como una competencia nacional y empezar a entenderla como un desafío común que exige una respuesta coordinada y proactiva. Esto implica, inevitablemente, ceder parte de la soberanía nacional en materia de seguridad, algo que, lamentablemente, parece utópico en el actual clima político europeo. Mientras tanto, la Costa del Sol, con su sol y sus playas, seguirá siendo un refugio dorado para aquellos que se burlan de la ley.
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