La Costa del Sol, conocida por su sol y playas, se ha convertido en el escenario de un suceso que bien podría ser el guion de una película. Un ciudadano británico, cuya identidad no ha sido revelada por el momento, ha sido arrestado en la Cala de Mijas este viernes tras una rocambolesca serie de eventos que incluyeron un accidente de tráfico, un altercado en una gasolinera y, lo más sorprendente, el descubrimiento de que era buscado por asesinato en su país de origen.
Todo comenzó con una llamada a la Policía Local alertando de una discusión en una gasolinera de la zona. Una clienta denunció haber sido molestada por un hombre extranjero que, acto seguido, se marchó en su vehículo. Mientras los agentes tomaban declaración, una nueva llamada informaba de un accidente en las inmediaciones. Al llegar al lugar, los policías no tardaron en relacionar ambos incidentes: el vehículo accidentado era el mismo que había sido identificado en la gasolinera.
El conductor, al percatarse de la presencia policial, intentó emprender la huida a pie, pero fue rápidamente interceptado. La sorpresa llegó al identificar al individuo: se trataba de un ciudadano británico con una orden judicial de ingreso en prisión por asesinato. Como si esto no fuera suficiente, durante el registro, los agentes descubrieron que el fugitivo portaba varias armas de fuego y una considerable cantidad de munición.
En otro orden de sucesos, pero igualmente preocupante, Rafael F. R., alias «El Cachulo», ha vuelto a protagonizar un grave incidente, esta vez en la prisión de Morón. Tras ser trasladado desde la prisión de Alhaurín debido a su comportamiento conflictivo, «El Cachulo» no ha tardado en reincidir. Apenas diez días después de su llegada a Morón, el interno estranguló a un funcionario en el módulo para internos con problemas mentales.
Según fuentes penitenciarias, el incidente ocurrió cuando «El Cachulo», visiblemente alterado y obsesionado con la idea de ser agredido sexualmente en prisión, abordó por la espalda al funcionario, rodeándole el cuello con ambas manos y profiriendo amenazas de muerte de índole sexual. La rápida intervención de otros funcionarios evitó una tragedia mayor. Este nuevo episodio ha reabierto el debate sobre la necesidad de medidas más contundentes para controlar a internos con perfiles violentos y patologías mentales.
La detención del fugitivo británico en Mijas, lejos de ser una simple anécdota pintoresca, expone una preocupante realidad: la Costa del Sol se está convirtiendo, a pasos agigantados, en un refugio atractivo para criminales internacionales. El atractivo clima, la relativa facilidad para mimetizarse entre la multitud de expatriados y, seamos sinceros, la laxitud de algunos controles, contribuyen a este preocupante fenómeno. Urge, por tanto, una mayor coordinación entre las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales, así como una revisión exhaustiva de los mecanismos de control migratorio para evitar que estos incidentes, que recuerdan más a un thriller que a la plácida vida costera que vendemos, se conviertan en la norma.
El escalofriante incidente de «El Cachulo» en la prisión de Morón, por otro lado, revela una crisis profunda y enquistada en nuestro sistema penitenciario. No se trata solo de la peligrosidad individual de este interno, sino de la incapacidad manifiesta del sistema para gestionar adecuadamente a individuos con graves problemas de salud mental y perfiles violentos. Trasladar a un interno de una prisión a otra, como si fuera un simple peón en un tablero de ajedrez, no es una solución, sino una negligencia que pone en riesgo la vida de funcionarios y la seguridad del resto de la población reclusa. Es imperativo invertir en recursos humanos, formación especializada y programas de salud mental para abordar esta problemática de manera integral y evitar que se repitan tragedias como la ocurrida en Morón.
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