Málaga ha vivido una jornada de tensión tras el hallazgo de un Audi Q7 con matrícula ucraniana estacionado de manera irregular en la calle Gounod, en Ciudad Jardín. Lo que comenzó como una simple infracción de tráfico ha terminado con el despliegue de un amplio dispositivo policial y la intervención de los Tedax-NRBQ de la Policía Nacional. Un vecino alertó a las autoridades al observar el vehículo, aparcado sobre la acera con las ventanillas bajadas y sin ocupantes. La sorpresa mayúscula llegó cuando los agentes de la primera patrulla desplazada al lugar localizaron una pistola en el suelo, a los pies del asiento del conductor, lo que provocó la rápida activación del protocolo de seguridad.
La calle Gounod se convirtió, durante horas, en el epicentro de la preocupación. Agentes de la Policía Nacional y de la Policía Local acordonaron la zona, mientras los guías caninos rastreaban el vehículo en busca de posibles sustancias estupefacientes. La incertidumbre crecía a medida que pasaban los minutos y la presencia de curiosos se hacía más notable. Finalmente, sobre las 20:30, los Tedax tomaron la decisión de inspeccionar el maletero, ante la sospecha de que pudiera contener material explosivo. La tensión era palpable, pero tras abrirlo y comprobar que no había ninguna anomalía, se descartó la presencia de explosivos, lo que supuso un alivio generalizado.
A pesar del resultado negativo, el Audi Q7 fue retirado por una grúa y trasladado a dependencias policiales, donde la Policía Científica llevará a cabo un análisis más exhaustivo en busca de huellas o cualquier otro indicio que pueda ayudar a esclarecer los hechos. Los investigadores trabajan ahora para identificar al propietario del vehículo y al responsable del arma, así como para determinar las razones por las que se encontraba en ese lugar y en esas circunstancias. Las pesquisas se centran en reconstruir los movimientos del coche en las horas previas al hallazgo, así como en verificar la legalidad de la posesión del arma.
Este incidente ha recordado a otro suceso similar ocurrido el año pasado en la calle Compositor Lehmberg, donde una alerta por un posible coche-bomba movilizó a un amplio dispositivo de seguridad. En aquella ocasión, una llamada alertó sobre un vehículo con una caja sospechosa adherida a los bajos, lo que obligó a acordonar la zona y a solicitar la intervención de los Tedax. Finalmente, se comprobó que se trataba de un objeto adherido accidentalmente al vehículo, pero el recuerdo de la tensión vivida aún permanece en la memoria de los vecinos. La Policía Nacional continúa investigando el incidente de Ciudad Jardín con el objetivo de esclarecer los hechos y evitar que se repitan situaciones similares en el futuro. La seguridad de los ciudadanos es la máxima prioridad, y cualquier amenaza, por pequeña que sea, debe ser investigada a fondo.
La aparatosa movilización policial en Ciudad Jardín, ante una potencial amenaza que finalmente resultó ser una falsa alarma, pone de manifiesto una realidad inquietante: la hipersensibilidad social ante cualquier indicio de peligro, exacerbada por un contexto internacional marcado por la incertidumbre y la guerra. Si bien la prudencia y la activación de protocolos de seguridad son justificables ante la presencia de un arma y un vehículo con matrícula extranjera en circunstancias sospechosas, la dimensión de la respuesta parece desproporcionada. ¿Estamos ante una reacción lógica de protección o ante una sobrerreacción alimentada por el miedo y la xenofobia latente? La respuesta a esta pregunta debe ser objeto de reflexión profunda, so pena de convertir cada incidente en un espectáculo mediático que alimente aún más la paranoia colectiva.
Es vital que las autoridades, además de garantizar la seguridad ciudadana, trabajen en la pedagogía del riesgo y en la gestión de la información. El tratamiento mediático de estos sucesos, a menudo sensacionalista, contribuye a generar una alarma social innecesaria. La transparencia informativa es fundamental, pero debe ir acompañada de un análisis sereno y contextualizado que evite la estigmatización de colectivos específicos, en este caso, la comunidad ucraniana. Urge un debate público sobre cómo equilibrar la legítima preocupación por la seguridad con la necesidad de preservar la convivencia y evitar caer en discursos que alimenten la desconfianza y el prejuicio. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad cada vez más paranoica y menos tolerante.
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