La idílica estampa de las playas costasoleñas, un imán para turistas y locales, esconde una realidad menos amable bajo la superficie: la persistente plaga de plásticos que amenaza el equilibrio de nuestro ecosistema marino. Según los últimos datos proporcionados por la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental, durante el pasado mes de junio se extrajeron 33,36 metros cúbicos de residuos de las aguas, una cifra que, aunque ligeramente inferior a la del año anterior, sigue siendo alarmante. Los plásticos, en todas sus formas y tamaños, continúan siendo el rey indiscutible de esta macabra cosecha.
Si bien es cierto que la cantidad de plásticos recogidos ha experimentado un leve descenso con respecto a junio de 2024, la realidad es que la batalla contra este material omnipresente está lejos de ganarse. La reducción, acompañada de una disminución en la materia grasa y las algas, podría interpretarse como un indicio de mayor concienciación y mejores prácticas en la gestión de residuos. Sin embargo, el incremento en la recogida de maderas, junto con la persistencia de materia orgánica y otros residuos, sugiere que aún queda un largo camino por recorrer para lograr un litoral verdaderamente limpio y saludable.
La Mancomunidad ha recalcado que el plástico sigue siendo el principal componente de la basura marina. Desde minúsculas partículas hasta botellas y envoltorios, este material inunda nuestros mares, amenazando la fauna marina, contaminando la cadena alimentaria y afeando el paisaje. A esta problemática se suman otros residuos como madera a la deriva, cañas, boyas, cajas de poliestireno, enseres de pesca y objetos abandonados por los bañistas. El cóctel resultante es un desafío ambiental de proporciones épicas que exige una respuesta coordinada y contundente.
El informe detalla la cantidad de residuos extraídos en cada municipio, revelando disparidades preocupantes. Estepona, con 7,64 metros cúbicos, se sitúa a la cabeza de esta lista negra, seguida de cerca por Marbella (6,3 metros cúbicos) y Mijas (5,07 metros cúbicos). Fuengirola (4,5 metros cúbicos) y Benalmádena (4,52 metros cúbicos) presentan cifras similares, mientras que Torremolinos (3,52 metros cúbicos), Manilva (1,77 metros cúbicos) y Casares (0,44 metros cúbicos) registran volúmenes menores, aunque no por ello menos significativos.
Consciente de la importancia de preservar este valioso activo, la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental ha puesto en marcha un año más su Plan de Calidad de las Aguas, con una inversión de 635.312,15 euros destinada al mantenimiento de la calidad de las aguas litorales durante la temporada 2025. El presidente de la Mancomunidad, Manuel Cardeña, ha destacado el esfuerzo económico que supone este servicio, sufragado en un 60% por la Mancomunidad y en un 40% por los ayuntamientos, agradeciendo el compromiso de estos últimos con la causa. La colaboración entre instituciones se presenta como un pilar fundamental para garantizar la sostenibilidad de nuestras playas y la salud de nuestro Mediterráneo.

El titular que equipara los plásticos a una «lagaña persistente» resulta tan certero como desolador. Si bien las cifras ligeramente inferiores en la recogida de residuos respecto al año anterior podrían interpretarse como un tímido avance, la realidad es que nos hallamos ante una falsa sensación de mejora. La mera disminución cuantitativa no debe distraernos de la magnitud del problema: el Mediterráneo, ese mar que cantamos y disfrutamos, sigue siendo un vertedero a cielo abierto. La persistencia del plástico, rey indiscutible de esta basura marina, nos recuerda que el problema va mucho más allá de la limpieza de las playas; implica un cambio radical en nuestros hábitos de consumo y producción, una transformación que aún no hemos sido capaces de acometer con la urgencia que demanda la situación.
La inversión de la Mancomunidad, aunque bienvenida, resulta casi irrisoria si la comparamos con la dimensión del desafío. Los 635.000 euros destinados al Plan de Calidad de las Aguas son una gota en un océano de contaminación. Es hora de dejar de maquillar la costa y empezar a atacar la raíz del problema. ¿Dónde están las campañas de concienciación efectivas? ¿Dónde las políticas que penalicen el uso desmedido de plásticos? ¿Dónde la inversión en alternativas sostenibles? La «colaboración entre instituciones» que se alaba en la noticia suena a mera fórmula burocrática si no se traduce en medidas concretas y valientes. Necesitamos acciones, no palabras, antes de que la idílica estampa de la Costa del Sol se convierta en un recuerdo borroso, cubierto por una capa de plástico.
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