Los municipios de Cártama y Valle de Abdalajís, ubicados en el corazón del Valle del Guadalhorce, se encuentran en una situación crítica tras la reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha azotado la provincia. La intensidad de las lluvias, que superó los 100 litros por metro cuadrado en solo unas horas, ha desbordado el río Guadalhorce y causado estragos significativos en la infraestructura local. Ante esta grave situación, ambos ayuntamientos han decidido unir fuerzas y solicitar formalmente la declaración de sus localidades como zonas gravemente afectadas por una emergencia de Protección Civil.
El Ayuntamiento de Cártama ha tomado la iniciativa y ha enviado un comunicado a la Subdelegación del Gobierno en Málaga para que se eleve esta petición al Ministerio del Interior. El alcalde, [Nombre del Alcalde], ha destacado que la declaración de emergencia es vital para acceder a recursos y ayudas que permitan la recuperación de la zona. Las consecuencias de las lluvias han sido devastadoras: huertas inundadas, explotaciones agrícolas y ganaderas seriamente comprometidas, así como zonas urbanas que han visto cómo el agua ha llevado consigo lo que encontraba a su paso.
La situación ha sido particularmente preocupante en la Estación de Cártama, donde el nivel del agua llegó a alcanzar más de seis metros, provocando cortes en la carretera A 7057 y dejando a los residentes prácticamente aislados. Por si fuera poco, el agua de las lluvias ha dañado los sistemas de saneamiento de la localidad, inundando sótanos y garajes y dejando a muchos vecinos sin acceso a sus hogares. «Es una situación indescriptible; nunca había visto algo así en mi vida», lamentaba uno de los residentes que ha perdido parte de su vivienda.
El desbordamiento del Guadalhorce no solo ha afectado a la urbanización, sino que ha dejado huellas en el paisaje rural: los caminos públicos han quedado impracticables debido a los desprendimientos y socavones. Muchos de estos caminos, vitales para la conexión entre núcleos rurales y la zona urbana, han quedado bloqueados o, peor aún, completamente destruidos.
El impacto sobre la red de suministro de agua potable también ha sido notorio, con numerosos informes sobre obstrucciones provocadas por el barro arrastrado por las inundaciones. La falta de agua afectó a varias parcelas y comunidades que dependen de este servicio esencial para su subsistencia. La alcaldía de Cártama ha hecho un llamado a la colaboración ciudadana y a la espera de respuesta del gobierno para movilizar ayudas inmediatas.
La situación sigue evolucionando y, a medida que los equipos de emergencia trabajan incansablemente para mitigar los daños y restablecer los servicios básicos, el temor entre los habitantes de estas comunidades crece. La incertidumbre sobre el futuro inmediato resulta inquietante. «Estamos juntos en esto. Seguiremos luchando y recuperándonos, así es nuestra gente», concluía el alcalde, buscando infundir fuerza y solidaridad en momentos tan difíciles.
La reciente DANA ha puesto de manifiesto una realidad alarmante en la provincia de Málaga, donde los municipios de Cártama y Valle de Abdalajís se quedan al borde de la emergencia ante la inclemencia de la naturaleza. La magnitud de las lluvias, que desbordaron el río Guadalhorce, es un recordatorio de que las infraestructuras actuales no están preparadas para hacer frente a fenómenos climáticos extremos. Esta situación no es solo un desastre natural; revela también una falta de previsión y adaptación por parte de las instituciones, que deben actuar con urgencia para proteger a la ciudadanía de futuras calamidades. La propuesta de declaración de zona gravemente afectada es un paso necesario, pero ¿será suficiente en un contexto donde las inundaciones se están convirtiendo en una constante?
Además, es inquietante ver cómo los sectores agrícola y ganadero, fundamentales para la economía local, se ven devastados ante la incapacidad de gestionar adecuadamente estos desastres. Las palabras del alcalde, exhortando a la colaboración ciudadana, son un llamado a la unidad, pero también un indicativo de que la responsabilidad final recaerá en la comunidad, en lugar de en aquellos que deberían garantizar su bienestar. Este desastre no solo debe ser un llamado a la acción inmediata, sino también un punto de inflexión para repensar nuestras políticas de gestión de riesgos y recursos hídricos. Necesitamos una respuesta que no solo alivie el dolor actual, sino que también apunte a la construcción de un futuro más resiliente para todos.
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