Marbella se enfrenta a un nuevo conflicto vecinal en la codiciada zona de Nagüeles, enclave de tranquilidad en la famosa Milla de Oro. Unas mil familias de las urbanizaciones Marbellamar, Las Cañas, Casa Blanca y La Carolina han expresado su rechazo a la apertura de un local de gastronomía y espectáculos musicales en el emblemático edificio de Aresbank, un proyecto impulsado por el chef local Dani García y el grupo Mosh. Los residentes temen que la actividad del establecimiento, descrita por algunos como una «macrodiscoteca», altere irreversiblemente la convivencia en esta zona residencial.
Los habitantes de estas urbanizaciones sostienen firmemente que la llegada del nuevo local transformará su entorno, causando ruidos insoportables, problemas de tráfico y desórdenes públicos que perturbarían su día a día. «No somos contrarios al desarrollo turístico, pero no a costa de sacrificar la paz que hemos disfrutado durante años en nuestras comunidades», afirma Carmen Mateo, presidenta de la comunidad de propietarios de Marbellamar. En un tiempo donde la búsqueda de un equilibrio entre el progreso y la calidad de vida es más relevante que nunca, los vecinos piden al Ayuntamiento que priorice sus derechos fundamentales a una existencia familiar tranquila.
Los residentes han convocado reuniones y han recabado firmas para manifestar su desacuerdo, alegando que el local no solo afectará a su calidad de vida, sino que también contribuirá a un aumento de costos de seguridad personal, dado que muchos podrían sentirse obligados a contratar servicios privados para mitigar los efectos indeseados de la nueva oferta de ocio. «Es lamentable que nuestro bienestar esté en juego debido a un proyecto comercial que, a todas luces, se aleja de la esencia del vecindario», subrayan durante sus encuentros comunitarios.
Las experiencias de otros puntos de Marbella donde se han establecido macrodiscotecas, como Puerto Banús y Puente Romano, añaden un trasfondo preocupante a las declaraciones de los vecinos. Este ambiente ruidoso y caótico ya es una sombra que se cierne sobre la tranquilizante vida familiar que caracteriza a Nagüeles. «No podemos permitir que nuestra zona se convierta en un nuevo Puerto Banús en el centro de Marbella», recalcan con firmeza los afectados, quienes buscan que la administración local tome cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde.
En el trasfondo de esta controversia se encuentra un cuestionamiento sobre la legalidad de las obras que actualmente están en marcha. Los vecinos han destacado que las remodelaciones llevadas a cabo en el edificio cuentan con una simple declaración responsable de obra menor y que existe un expediente abierto para restablecer la legalidad urbanística. Esta aparente falta de consideración hacia las normativas locales y los derechos de los ciudadanos ha encendido aún más las alarmas entre los residentes preocupados por el futuro de sus hogares.
Por su parte, el grupo Mosh ha declarado que están recabando toda la información pertinente para defender su proyecto, insistiendo en que su intención es establecer un «restaurante con música» y no una discoteca. Sin embargo, la percepción circulante entre los vecinos sigue siendo de incredulidad y preocupación. La comunidad se mantiene firme, unida en su oposición, con la esperanza de que su clamor sea escuchado antes de que el sueño de una convivencia pacífica se vea irremediablemente truncado por la llegada de una nueva era de ocio ruidoso en Nagüeles.
La apertura de un nuevo establecimiento de ocio en Nagüeles refleja la creciente tensión entre el desarrollo turístico y el derecho de los ciudadanos a disfrutar de un ambiente pacífico en sus comunidades. Los temores de los vecinos sobre la transformación de su entorno en un espacio ruidoso y caótico son más que justificados, especialmente al considerar las experiencias negativas en otras áreas de Marbella donde la proliferación de locales de este tipo ha alterado la calidad de vida. La frase de Carmen Mateo, presidenta de la comunidad de propietarios de Marbellamar, resuena con verdad: «No somos contrarios al desarrollo turístico, pero no a costa de sacrificar la paz que hemos disfrutado». Este conflicto pone de manifiesto la necesidad urgente de un balance real entre el progreso económico y la protección de los derechos de los residentes.
Además, la preocupación sobre la legalidad de las obras en el edificio de Aresbank subraya la falta de escrutinio en la planificación urbana de Marbella. El hecho de que se esté desarrollando un proyecto de tal envergadura bajo una simple declaración responsable de obra menor invita a cuestionar no solo la ética de los promotores, sino también el compromiso del Ayuntamiento con las normativas y la voluntad de proteger a sus ciudadanos. La comunidad de Nagüeles no solo lucha por su bienestar, sino que también se convierte en un ejemplo de la resistencia necesaria ante un modelo de desarrollo que prioriza las ganancias sobre el bienestar colectivo. Una vez más, la voz de los ciudadanos debe ser escuchada antes de que se consuma un cambio irreparable en el tejido social de su hogar.
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