La calle Salamanca, uno de los ejes principales del barrio de Segalerva, se encuentra en un estado de deterioro alarmante que refleja una crisis generalizada en la zona. A lo largo de los últimos años, este área ha visto cómo la falta de mantenimiento y la proliferación de vandalismo han transformado su fisonomía, dejando a sus vecinos con un sentimiento de desilusión y abandono. Las pintadas, que comenzaron como expresiones de protesta durante la pandemia, se han convertido en una marea de graffiti que atormenta la vida cotidiana de quienes habitan y transitan por esta zona.
El rastro de mensajes políticos y sociales, que hace cuatro años invadía las paredes de la calle, ha sido reemplazado por un mosaico de grafitis que no solo ensucian las fachadas, sino que también deterioran el patrimonio estético del barrio. Los edificios públicos, incluyendo aquellos que alojan oficinas de la Junta de Andalucía, no han escapado a esta lluvia de vandalismo, convirtiéndose en lienzos de un descontento que parece no encontrar eco en las administraciones. “Es desgastante ver cómo nuestras quejas caen en saco roto”, comenta un vecino que prefiere mantenerse en el anonimato, ilustrando el grado de frustración que vive la comunidad.
A pesar de las recurrentes denuncias por parte de los habitantes, parece que no hay una solución a la vista. La ausencia de un plan de acción eficaz ha dejado a los comerciantes y residentes sintiéndose desprotegidos en un ambiente que se estanca en el desorden. A esto se suma el problema de la suciedad, ya que las calles de Segalerva ostentan un pavimento cubierto de basura, lo que no solo afecta la imagen del barrio sino también la salud pública. La falta de papeleras y la escasa frecuencia con la que se recogen los residuos exacerban este problema, haciendo que los ciudadanos, por desesperación o falta de opciones, acaben arrojando desechos al suelo.
Frente a esta situación crítica, algunos vecinos han comenzado a organizarse para proponer soluciones. Recientemente, se formó un colectivo llamado Segalerva Limpia, que tiene como objetivo movilizar a la comunidad en jornadas de limpieza y reparación de espacios públicos. “No podemos esperar a que alguien más lo haga por nosotros. Este es nuestro hogar, y está en nuestras manos cuidarlo”, afirma Laura, una de las integrantes del grupo. Tal iniciativa ha comenzado a atraer la atención de medios locales y promueve una actitud proactiva entre los ciudadanos, en un intento por frenar el deterioro del barrio y reclamar el cariño que merece.
La situación en Segalerva es un llamado de atención para las autoridades, quienes deben tomar cartas en el asunto. Si bien las pinturas en las paredes pueden considerarse manifestaciones artísticas o de descontento, su acumulación genera un clima de desánimo y desorden que no se puede pasar por alto. La comunidad de Segalerva espera, con convicción y esfuerzo, que el próximo capítulo de su historia no sea uno de abandono, sino de renovación y reencuentro con la dignidad que su barrio merece. ¿Lo escucharán finalmente las autoridades responsables?
La situación en Segalerva revela no solo un claro abandono social, sino también una falta de respuesta institucional que resulta indignante. Los vecinos viven diariamente en un entorno que antes era vibrante y ahora se ha convertido en un espacio de deterioro, empobrecido por el vandalismo y la incivilidad. Las administraciones deben asumir su responsabilidad ante esta crisis, pues el desinterés en restaurar el barrio no solo afecta la calidad de vida de sus habitantes, sino que también perpetúa un ciclo de frustración que se traduce en desconfianza hacia las autoridades. La apatía institucional es un mensaje erróneo que deslegitima las necesidades de una comunidad ya de por sí vulnerable.
Sin embargo, el surgimiento de iniciativas como Segalerva Limpia es un rayo de esperanza en medio de la desilusión. La organización y la acción colectiva son poderosas herramientas para exigir cambios y recuperar el sentido de pertenencia a un barrio que merece ser querido y cuidado. La comunidad ha tomado las riendas de su situación, demostrando que el cambio no siempre debe esperar por una intervención gubernamental. Es imperativo que las autoridades escuchen la voz de estos ciudadanos proactivos y se alineen con sus esfuerzos, porque un barrio recuperado no solo mejora la estética urbana, sino que también fortalece la cohesión social y la dignidad de sus residentes. El futuro de Segalerva depende de la acción conjunta y del compromiso de todos los actores involucrados. ¿Están las autoridades dispuestas a sumarse a este movimiento transformador?
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