Este martes, el Ayuntamiento de Málaga se convirtió en el escenario de un intenso debate que puso de relieve uno de los problemas más acuciantes de la ciudad: el acceso a la vivienda. El portavoz del PSOE, Dani Pérez, no escatimó en críticas hacia la gestión del alcalde, Francisco de la Torre, al señalar que «Málaga se ha convertido en una ciudad que aparece en los ránkings internacionales, pero desaparece de la vida de quienes la construyeron». Esta afirmación marcó el tono de un discurso que buscó evidenciar la creciente crisis habitacional que afecta a numerosos malagueños.
Pérez subrayó que el reto más urgente para la ciudad es restaurar la vivienda como un **derecho fundamental**. «La vivienda en Málaga no es un derecho, es una condena. Una condena al endeudamiento, a la precariedad y, en muchos casos, al desarraigo», afirmó categóricamente, y trajo a colación las historias de aquellos que se han visto forzados a abandonar la capital en busca de opciones asequibles. La mención a una joven pareja con una hija y a un jubilado del barrio de la Victoria resonó especialmente, evocando la realidad de muchos malagueños que se enfrentan a la presión de los alquileres en aumento.
La crítica de Dani Pérez se extendió a la política urbanística del Ayuntamiento, donde la priorización de proyectos como la Torre del Puerto fue señalada como un claro ejemplo de un enfoque que favorece el «pelotazo» en lugar de atender las necesidades de la ciudadanía. Además, Pérez cuestionó la instalación de espectáculos de luces en el Parque del Oeste, que ha generado un rechazo notable en el vecindario, subrayando una supuesta desconexión entre el gobierno local y las preocupaciones reales de los ciudadanos.
Frente a una multitud de peticiones, el portavoz del PSOE instó a poner fin a la proliferación de viviendas turísticas en Málaga y solicitó que la ciudad sea declarada como «tensionada» debido a los altos precios de la vivienda. Al mencionar el caso de Barcelona, citó su éxito en la reducción de precios tras implementar estas medidas, frente al rechazo del alcalde a esta propuesta, quien defendió que la situación de los alquileres ha seguido en aumento.
No solo la vivienda fue objeto de crítica en el discurso de Pérez. También apuntó a la problemática sanitaria, acusando a la Junta de Andalucía de ser «colaborador necesario» en la crisis que enfrenta la ciudad. Con más de 200.000 malagueños en lista de espera para operaciones quirúrgicas y una media de esperas que supera los 208 días, el portavoz socialistas demandó acciones urgentes para revertir esta preocupante tendencia.
Al enfocar la atención en los barrios de la ciudad, Pérez no escatimó en señalar que «Málaga brilla en los ránkings, pero se apaga en sus barrios». Esta crítica contundente destacó la desigualdades que persisten en la ciudad, donde el destino de los habitantes varía drásticamente dependiendo de su lugar de residencia. «Este no es progreso. Es una fractura social inadmisible», argumentó, haciendo un llamado a la necesidad urgente de que el gobierno se alineé con las necesidades de todos los ciudadanos.
En su cierre, el discurso de Dani Pérez dejó un mensaje claro: a pesar de las iniciativas de embellecimiento y los proyectos de alto perfil, la realidad social de Málaga sigue siendo sombría. «Málaga está rota por dentro, y las grietas no son solo urbanísticas, son sociales», sentenció, dejando en el aire una pregunta fundamental: ¿qué tipo de ciudad queremos construir para las futuras generaciones?
La reciente intervención de Dani Pérez en el Ayuntamiento de Málaga pone de manifiesto una cuestión crucial que ha sido ignorada durante demasiado tiempo: la crisis habitacional que ahoga a muchas familias malagueñas. Las palabras de Pérez, que describieron la vivienda como una «condena», son un reflejo del creciente malestar social en una ciudad que, aunque brilla en los ránkings internacionales, ha dejado de ser un lugar accesible para quienes la construyeron. La irrefrenable escalada de los precios de los alquileres y la proliferación de viviendas turísticas evidencian un modelo urbano que prioriza el lucro a corto plazo sobre el bienestar de sus ciudadanos. Es inadmisible que, en plena crisis, el gobierno local continúe apoyando megaproyectos, como la Torre del Puerto, y prescinda de soluciones contundentes para garantizar el acceso a una vivienda digna.
En este contexto, es fundamental cuestionar no solo la gestión del alcalde Francisco de la Torre, sino también quiénes se benefician realmente de este modelo de desarrollo. La desconexión entre las iniciativas de embellecimiento y las necesidades reales de los barrios es un síntoma de una fracture social que no puede ser ignorada. La propuesta de declarar a la ciudad como «tensionada» e implementar medidas similares a las de Barcelona debe ser considerada con seriedad, ya que el tiempo de las promesas vacías ha llegado a su fin. La salud social de Málaga no solo depende de la arquitectura que la adorna, sino de la calidad de vida que ofrece a todos sus habitantes. En este sentido, la pregunta que plantea Pérez es más que pertinente: ¿qué tipo de ciudad queremos construir para las futuras generaciones? Las respuestas, más que discursos, requieren acciones decididas y efectivas que sitúen el derecho a la vivienda en el centro de la agenda política local.
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