Más de 1.500 concejales y simpatizantes de Vox se congregaron este fin de semana en Madrid para asistir a la cumbre de Patriots, un evento que reunió a destacados líderes europeos que han encontrado un nexo de unión en la oposición a la inmigración y la defensa del nacionalismo. La jornada, marcada por un ambiente de euforia entre los asistentes, culminó con la intervención del líder de Vox, Santiago Abascal, quien lanzó mensajes contundentes que revivieron el fervor de la audiencia.
Abascal, cerrando la serie de intervenciones, comenzó su discurso con una frase que resonó en la sala: «Vallas altas hacen buenos vecinos.» Con esta metáfora, el líder español subrayó la importancia de proteger las fronteras y la identidad nacional frente a la inmigración. Su mensaje se alineó con el de otros líderes presentes, como Viktor Orban, Marine Le Pen y Matteo Salvini, quienes también se posicionaron contra lo que consideran un ataque a la soberanía de sus respectivos países por parte de Bruselas.
Durante su intervención, Abascal no escatimó críticas hacia las instituciones europeas, afirmando que la política de inmigración y la financiación de iniciativas que, en su opinión, favorecen el «globalismo» son una amenaza para la cohesión social. «Nos toca impedir que Bruselas siga destinando nuestro dinero a ideologías suicidas que pretenden la destrucción del patriotismo,» aseguró, etalonando un tono desafiante y de resistencia frente a lo que considera imposiciones extranjeras.
Entre los momentos más destacados de la cumbre, Orban, conocido por su retórica dura y su relación con Rusia, dejó claro su desdén por la ayuda militar a Ucrania. «Por culpa de Bruselas se está destinando nuestro dinero a una guerra sin esperanza,» aseveró, en un comentario que fue recibido con gestos de aprobación por parte del público, a pesar de las tensiones que su alineación con Rusia generan en el contexto europeo.
La cumbre representó no solo una reafirmación del compromiso entre estos líderes en la construcción de un “frente patriota”, sino también un escenario en el que las diferencias ideológicas fueron deliberadamente minimizadas. La lectura implícita en las palabras de Abascal era clara: la unidad en torno a la defensa de lo nacional es esencial para el éxito de esta coalición, un mensaje que busca proyectar fuerza y cohesión ante una Europa cada vez más fragmentada. Esto fue evidente cuando se refirió a su «aliado» Orban, a quien aplaudió por su popularidad a nivel local, contrarrestando la figura menos benévola de líderes españoles.
El evento dejó en el aire la idea de un futuro común para los partidos que se identifican como patriotas en Europa, a la vez que avanza una narrativa de resistencia ante un modelo global que, a su juicio, pone en jaque sus principios. Lo que queda claro es que, en un clima de creciente descontento social y político, figuras como Abascal continúan levantando la voz, prometiendo a sus seguidores la defensa de lo que consideran los valores y la identidad de sus naciones.
La cumbre de Patriots en Madrid, liderada por Santiago Abascal y otros referentes de la extrema derecha europea, pone de manifiesto la creciente polarización política que atraviesa nuestro continente. Si bien es legítimo que se busquen maneras de abordar la compleja situación de la inmigración y la identidad nacional, el enfoque de Abascal, que aboga por «vallas altas», sugiere una visión simplista y divisiva que no aborda las raíces del problema. Este tipo de retórica, que agrupa a la inmigración como una amenaza a la cohesión social, no solo desvía la atención de cuestiones importantes como la integración y el intercambio cultural, sino que también podría fomentar un clima de xenofobia y exclusión. Es fundamental, en este contexto, repensar cómo abordamos la soberanía sin caer en el nacionalismo extremo que ha traído consigo más conflictos que soluciones a lo largo de la historia.
Por otro lado, la estrategia de Abascal de buscar una alianza entre líderes como Viktor Orban y Marine Le Pen refleja una necesidad urgente de los partidos nacionalistas europeos de cohesionarse en tiempos de incertidumbre. Sin embargo, el desafío radica en el hecho de que esta unión se establece sobre una base de desacuerdos crecientes respecto a políticas clave, como la ayuda internacional a Ucrania, lo que podría erosionar la supuesta unidad de este «frente patriota». La respuesta a los problemas que enfrentamos en Europa no debería ser un regreso a las barricadas del nacionalismo, sino abrir un debate constructivo que contemple diversas perspectivas sin recurrir a la simplificación del «fuera lo que no es nuestro». Un liderazgo responsable debe contemplar la diversidad como una fortaleza en lugar de una debilidad, si realmente aspiramos a una Europa más cohesiva y resiliente.
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