Madrid, 20 de julio de 2025 – La vocación animal en España se enfrenta a un desafío inesperado: la duración de la carrera de Veterinaria. Lo que para muchos jóvenes entusiastas se vislumbra como un camino de cinco años, se está convirtiendo en una odisea extendida, donde la sobrecarga académica y la dificultad para asimilar la ingente cantidad de contenidos se convierten en obstáculos insalvables. El debate sobre si el plan de estudios actual es adecuado para formar a los veterinarios del futuro ha alcanzado su punto álgido, con la Conferencia de Decanos de Facultades de Veterinaria presionando al Ministerio de Universidades para una ampliación del grado.
La situación, lejos de ser un caso aislado, parece ser la norma. Estudiantes como Javier Serra y Ángela Arroyo, dos brillantes alumnos que ingresaron en la Universidad Complutense de Madrid con notas sobresalientes, ejemplifican la problemática. A pesar de su talento y dedicación, ambos han tenido que ralentizar su progreso, dividiendo cursos y posponiendo asignaturas para poder asimilar la materia. «Es una carrera de fondo, no un sprint», comenta Ángela, reflejando el sentir de muchos compañeros. «La cantidad de información es abrumadora, y si quieres aprender bien, necesitas más tiempo».
La decana de Veterinaria de la Complutense, Consuelo Serres, no duda en señalar la raíz del problema: «Existe una sobrecarga docente y un desequilibrio entre la teoría y la práctica«. Reconoce que el plan de estudios actual está «demasiado comprimido», lo que genera un «gran desgaste emocional» en los estudiantes, quienes ven cómo sus aspiraciones de graduarse en el tiempo previsto se desvanecen. Esta situación no solo afecta al rendimiento académico, sino que también tiene un impacto significativo en la salud mental de los futuros veterinarios. Un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona reveló que más de la mitad de su alumnado de Veterinaria ha experimentado depresión, ansiedad o estrés debido a la dificultad para gestionar el tiempo entre clases y prácticas.
Ante este panorama, la propuesta de la Conferencia de Decanos de ampliar la duración del grado de cinco a seis años cobra sentido. Los 14 decanos que integran este foro argumentan que el objetivo es «alinear el grado con los estándares europeos» y «solucionar problemas de los actuales planes de estudios«. La ampliación a 360 créditos permitiría una mejor planificación de las enseñanzas y un desarrollo más óptimo de las prácticas, evitando los «solapamientos y sobrecargas» que actualmente dificultan la formación de los cerca de 2.000 estudiantes de Veterinaria que hay en España. El debate está abierto y la decisión del Ministerio de Universidades será crucial para el futuro de la profesión veterinaria en nuestro país.
La alarma que llega desde las facultades de Veterinaria, y particularmente desde la Complutense, sobre la sobrecarga académica del grado es un síntoma preocupante de una enfermedad que afecta a la universidad española en su conjunto: la *obsesión por la inmediatez y la rentabilidad a corto plazo, en detrimento de la calidad formativa*. Cinco años pueden parecer suficientes sobre el papel, pero la realidad que describen los estudiantes y corroboran los decanos revela un sistema que exprime a los alumnos, priorizando la cantidad de contenidos sobre la asimilación y la reflexión crítica. No se trata solo de «alinearse con los estándares europeos», como argumentan los decanos, sino de repensar profundamente el modelo educativo, apostando por una formación más integral y menos enciclopédica.
Ampliar el grado a seis años, si bien puede aliviar la presión inmediata, no es una solución mágica. *La verdadera clave reside en reformular el plan de estudios*, priorizando la práctica clínica, el desarrollo de habilidades de investigación y el fomento del pensamiento crítico. Es fundamental involucrar a los estudiantes en este proceso de rediseño, escuchando sus experiencias y valorando sus propuestas. De lo contrario, corremos el riesgo de convertir la carrera de Veterinaria en una maratón extenuante, donde la pasión por los animales y el rigor científico se diluyen en un mar de apuntes y exámenes, generando profesionales competentes pero desmotivados y, lo que es aún más grave, con una salud mental comprometida.
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