El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, destacó ayer la importancia de fortalecer la voz de España en el ámbito internacional durante su intervención en la conferencia de embajadores, un evento clave en el que delineó las ambiciones del Ejecutivo en un mundo cada vez más polarizado. En un discurso que superó los 40 minutos, Sánchez no solo hizo un exhaustivo análisis de los retos globales, sino que también enfatizó la necesidad de una política exterior que saque provecho de los logros económicos del país y que compita con corrientes reaccionarias emergentes a nivel mundial.
El encuentro tuvo lugar en un momento crítico, a tan solo una semana de la toma de posesión de Donald Trump, en el que el presidente argentino Javier Milei y el húngaro Viktor Orbán fueron nombrados como figuras dentro de lo que Sánchez denominó la «internacional reaccionaria». Aunque no hizo referencia directa al nuevo presidente estadounidense, sus palabras mostraron un contraste claro entre la visión de España y una posible era de proteccionismo que se atisba bajo el liderazgo de Trump. La crítica implícita reflejó un enfoque decidido a rechazar modelos que limiten la apertura y el multilateralismo.
Sánchez subrayó que «España tiene credenciales para hacerse escuchar», resaltando el actual momento económico excepcional que vive el país. Invocando el legado de la democracia en España, el presidente instó a los embajadores a ser el espejo del «éxito» del modelo económico y social español, un argumento que sirvió como un recordatorio de los logros que el país ha alcanzado en las últimas décadas. Hizo énfasis en que se debe “hablar sin complejos” de los avances y la importancia del talento nacional, tanto empresarial como laboral.
El discurso también sirvió para reafirmar la postura de Sánchez ante el mundo, basada en la defensa de un “multilateralismo eficaz” y la búsqueda de nuevos aliados que respalden el modelo de convivencia española. En un contexto donde la cooperación es vital, el presidente advirtió que se presentaba un dilema: “O nos dejamos arrastrar por la inercia del proteccionismo, o defendemos con valentía el orden en el que creemos”. Esta declaración se resolvió como un llamamiento a actuar con firmeza en defensa de los valores democráticos, frente a la amenaza de políticas excluyentes.
Durante la clausura de la conferencia, el Rey Felipe VI también se unió a esta narrativa, reafirmando el compromiso con el multilateralismo como el camino hacia un futuro más estable y justo. El Monarca apuntó que la cooperación internacional es fundamental para evitar caer en los errores del pasado y para garantizar un orden global basado en el diálogo y en el derecho, no en la fuerza. En este sentido, el Rey mostró su preocupación por las corrientes que cuestionan la autenticidad de la democracia y la cohesión social.
Ambos líderes dejaron claro que el futuro de España en la arena internacional radica en su capacidad para adaptarse y defender sus intereses, al mismo tiempo que promueven un mundo más equitativo. Los embajadores, como representantes de este compromiso, jugarán un papel crucial en el desarrollo de una política que no solo valore lo que España ha logrado, sino que también se enfrente a los desafíos que se avecinan. En síntesis, el mensaje es claro: “Es momento de dar la cara por nuestros valores con más determinación que nunca”.
El discurso de Pedro Sánchez en la conferencia de embajadores, enmarcado en la defensa de un multilateralismo eficaz, invita a una reflexión profunda sobre el papel de España en un mundo polarizado. Si bien es admirable que el presidente busque posicionar a nuestro país como un actor relevante en el escenario internacional, la realidad es que las palabras deben ir acompañadas de acciones concretas que demuestren un compromiso real. **El desafío**, tanto interno como externo, radica en materializar estos ideales, y no dejar que se pierdan en la retórica. Hablar «sin complejos» puede ser un grito de guerra inspirador, pero urge que este ideal se traduzca en una estrategia coherente que refuerce el liderazgo español fuera de nuestras fronteras, no solo de palabra sino también en la práctica, frente a fenómenos como el **proteccionismo** y el autoritarismo que amenazan el orden mundial que se ha buscado construir durante décadas.
El Rey Felipe VI hizo eco de esta necesidad al subrayar la importancia de la cooperación internacional. Aun así, resulta crucial preguntarse si nuestras credenciales democráticas están realmente a la altura de lo que pretende proyectar el Gobierno. Mientras que Sánchez insta a los embajadores a ser el reflejo de una España exitosa, la propia percepción de éxito debe ser analizada con rigor, tanto en términos económicos como sociales. **La cohesión interna** y la defensa de los valores democráticos deben ser pilares en la proyección internacional de España. Ignorar las tensiones sociales que persisten en nuestro territorio —derivadas, en buena medida, de la gestión política de los últimos años— podría ser un error fatal. Prometer un liderazgo firme requiere un análisis crítico y autocrítico que contemple no solo los logros, sino también los desafíos pendientes, si verdaderamente anhelamos una España que sea escuchada y respetada en el panorama global.
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