Málaga, 22 de junio de 2025 – En un giro que evoca los primeros años de la formación, Podemos ha anunciado una nueva estrategia de confrontación directa con el PSOE, buscando capitalizar el descontento de los votantes socialistas ante los recientes escándalos de corrupción y el aumento del gasto militar. El partido, liderado ahora por Irene Montero como candidata, busca presentarse como la única alternativa de izquierda «limpia» y comprometida con los intereses de la ciudadanía, en contraposición a lo que consideran los «manejos» del bipartidismo tradicional.
La decisión de Podemos de volver a una postura más beligerante hacia el PSOE se produce en un momento de reconfiguración del panorama político español. Tras la ruptura con Sumar en 2023, el partido ha buscado redefinir su identidad y recuperar el espacio perdido en las últimas elecciones. La estrategia actual, según fuentes internas, se basa en la convicción de que existe un amplio sector del electorado socialista que se siente decepcionado con la gestión de Pedro Sánchez y que busca una opción política que defienda con mayor firmeza los valores de la izquierda.
El discurso de Podemos se centra ahora en denunciar la «corrupción sistémica» del PSOE y en criticar el aumento del gasto militar, decisiones que consideran contrarias a los intereses de la mayoría social. En este sentido, el partido busca presentarse como la única fuerza capaz de plantar cara a las élites políticas y económicas, y de defender un programa de gobierno que priorice la justicia social, la igualdad y la defensa del medio ambiente. Ione Belarra, en su reciente intervención ante el Consejo Ciudadano, hizo un llamamiento a los votantes que en el pasado confiaron en Podemos para que vuelvan a apoyar al partido, asegurando que «la alternativa a la corrupción del bipartidismo fue y sigue siendo Podemos».
La nueva estrategia de Podemos plantea interrogantes sobre el futuro del partido y su capacidad para influir en la política española. Si bien es cierto que existe un sector del electorado socialista que se siente desencantado con la gestión de Pedro Sánchez, no está claro si Podemos logrará movilizar a estos votantes y convertirlos en apoyos electorales. Además, el partido tendrá que hacer frente a la competencia de otras formaciones de izquierda, como Sumar, que también buscan capitalizar el descontento social y ofrecer una alternativa al gobierno actual.
En cualquier caso, la decisión de Podemos de volver a una estrategia de confrontación con el PSOE marca un punto de inflexión en la política española y abre un nuevo escenario de incertidumbre y polarización. Habrá que esperar a los próximos meses para ver si esta estrategia logra dar sus frutos y si Podemos consigue recuperar el protagonismo que tuvo en el pasado. El éxito de esta apuesta dependerá, en gran medida, de la capacidad del partido para conectar con las preocupaciones de la ciudadanía y para ofrecer un proyecto político creíble y atractivo.
La enésima resurrección de Podemos, esta vez orquestada bajo el mando de Irene Montero y apuntalada por la omnipresente Ione Belarra, suena más a desesperación que a estrategia política coherente. Apelar al votante desencantado del PSOE, prometiendo pureza ideológica y denunciando la corrupción, es una táctica tan vieja como el propio partido. En lugar de construir un proyecto innovador que aborde los problemas reales de Málaga y de España, se refugian en un discurso maniqueo que polariza y simplifica la complejidad del panorama actual. ¿Acaso creen que la ciudadanía no recuerda sus propios escándalos y contradicciones durante su etapa en el gobierno? La credibilidad, señores y señoras de Podemos, se construye con hechos, no con retórica.
El problema fundamental de esta estrategia no es la confrontación en sí, sino la falta de propuestas concretas y viables. Criticar el gasto militar y la corrupción es fácil; proponer alternativas realistas y que no desestabilicen la economía o la seguridad del país, no tanto. Podemos parece olvidar que, para ganarse la confianza de los votantes, se necesita algo más que agitar el fantasma del bipartidismo y presentarse como la «única» alternativa. Urge un debate profundo sobre su papel en la izquierda española, un análisis autocrítico de sus errores pasados y una renovación de su liderazgo que vaya más allá de los nombres ya conocidos. De lo contrario, esta confrontación no será más que un canto de cisne que acelerará su declive.
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