Diana Morant, ministra de Universidades y líder del PSPV-PSOE, ha vuelto a defender públicamente a José María Ángel, excomisionado para la DANA, tras su dimisión por la falsificación de su título académico. En una comparecencia desde La Vall d’Uixò, la ministra ha mantenido su postura, insistiendo en que "un título no hace a un político" y elogiando la trayectoria de Ángel, a pesar de la controversia. Sus palabras han generado una ola de indignación entre la oposición y han reabierto el debate sobre la ética y la transparencia en la política.
La persistente defensa de Morant ha eclipsado la gravedad del asunto. Si bien reconoce la investigación abierta contra Ángel y su esposa, Carmen Ninet, por posibles irregularidades en su titulación, la ministra ha cuestionado la imparcialidad de la investigación. "Tenemos muchas dudas de cómo se han pisoteado las garantías para la defensa de José María Ángel y de su mujer", ha declarado, alimentando suspicacias sobre una posible injerencia política en el proceso.
La actitud de Morant ha sido interpretada por muchos como una defensa corporativa del partido, más que como una genuina preocupación por el debido proceso. Sus recientes declaraciones sobre la "titulitis", en referencia a las exigencias de dimisión por falsedades académicas, han sido tildadas de desafortunadas, especialmente viniendo de la ministra de Universidades. La ministra ha contrastado la situación con la del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, argumentando que es este quien "ha puesto el listón tan alto y pide tantas dimisiones". Esta estrategia, sin embargo, no ha logrado disipar las dudas sobre la coherencia de su discurso.
La polémica ha escalado hasta el punto de cuestionar el papel de Morant como garante de la integridad académica. La oposición exige una explicación clara y contundente, mientras que la sociedad civil se pregunta si la ministra está dispuesta a sacrificar los principios éticos en aras de la lealtad partidista. El caso de José María Ángel, lejos de cerrarse con su dimisión, ha abierto una profunda crisis de confianza en la política valenciana y nacional, colocando a Diana Morant en el centro de la tormenta.
La defensa a ultranza de Diana Morant hacia José María Ángel, a pesar de la flagrante falsificación de su título, es un síntoma preocupante de una enfermedad que aqueja a la política: la **lealtad partidista por encima de la ética pública**. Reducir la importancia de un título académico, sobre todo desde la tribuna de la Ministra de Universidades, no solo es una irresponsabilidad, sino un ataque directo a la credibilidad de las instituciones educativas y al valor del esfuerzo académico. Se crea, además, un peligroso precedente donde la capacidad y la honestidad quedan relegadas a un segundo plano, priorizando la pertenencia a un grupo. ¿Qué mensaje se envía a los jóvenes que se esfuerzan por obtener una formación legítima?
Cuestionar la imparcialidad de la investigación, como hace Morant, resulta cuando menos contradictorio. Si realmente existen dudas sobre el proceso, lo lógico sería exigir una investigación transparente y rigurosa, en lugar de sembrar sospechas que solo benefician a la narrativa victimista del defendido. **La presunción de inocencia no debe ser un escudo para la impunidad**, ni un obstáculo para la rendición de cuentas. La ministra, al erigirse en abogada defensora en lugar de garante de la legalidad, debilita la confianza ciudadana en la justicia y alimenta la percepción de que la política es un coto cerrado donde las reglas no se aplican por igual. En lugar de buscar excusas, lo que se necesita es un compromiso firme con la transparencia y la ejemplaridad.
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