La publicación de las memorias del Rey Juan Carlos I en Francia ha desatado una tormenta política en España, con el PSOE como epicentro de un debate interno que amenaza con resquebrajar la ya delicada unidad del partido. Las controvertidas declaraciones del monarca emérito sobre Franco, lejos de pasar inadvertidas, han generado un cisma entre quienes defienden su papel en la Transición y aquellos que ven en sus palabras una afrenta a los valores democráticos.
Patxi López, portavoz del PSOE en el Congreso, ha sido uno de los primeros en alzar la voz, admitiendo que las memorias podrían derrumbar el mito de Juan Carlos I para muchos de sus seguidores. Sus declaraciones, cargadas de franqueza, revelan una profunda decepción ante la apología que el ex jefe de Estado hace de la figura del dictador, al que describe como un hombre inteligente y respetado. López, sin embargo, no se detuvo ahí y lanzó una bomba al afirmar que tampoco se considera «felipista», dejando entrever una desconexión con la actual jefatura del Estado y una posible crisis de liderazgo dentro del partido.
El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, conocido por su talante conciliador, intentó calmar las aguas, reconociendo la labor de Juan Carlos I durante la Transición, pero sin dejar de señalar sus carencias en la «tarea colectiva» de ejemplaridad y neutralidad que se espera de un monarca. Sus palabras, cuidadosamente medidas, esconden una crítica implícita al comportamiento del Rey Emérito, al tiempo que ensalzan la figura de Felipe VI, al que considera un garante de la estabilidad y la modernidad de la Corona. Zapatero fue elocuente al decir que el rey Felipe VI «está mejorando a Juan Carlos I».
Las memorias del Rey Emérito, lejos de ser un ejercicio de transparencia, se han convertido en un campo de batalla político que amenaza con reabrir viejas heridas y poner a prueba la cohesión del PSOE. La ambivalencia del partido ante la figura de Juan Carlos I, la crítica velada a Felipe VI y la sombra de Franco planeando sobre el presente político español configuran un escenario incierto en el que el futuro de la monarquía y la estabilidad del Gobierno están en juego. La pregunta que flota en el aire es si el PSOE logrará superar esta crisis interna o si, por el contrario, las memorias del Rey Emérito marcarán el inicio de una nueva etapa de división y enfrentamiento.
Las memorias de Juan Carlos I no son un mero relato autobiográfico, sino un peligroso artefacto político diseñado, a mi juicio, para reescribir la historia a su conveniencia. Resulta preocupante, y a la vez revelador, que el PSOE, un partido que se presume heredero de la socialdemocracia europea y defensor de los valores republicanos, se vea ahora tambaleándose ante la glorificación de un dictador como Franco. La tibieza de algunas reacciones, maquilladas con elogios a la Transición, denota una falta de valentía intelectual y un temor a enfrentarse al legado de un pasado que, para muchos, sigue siendo incómodo y vergonzoso. ¿Cómo puede un partido que se dice progresista justificar, aunque sea indirectamente, un régimen que segó la vida y la libertad de miles de españoles?
La fractura que emerge en el PSOE, lejos de ser un síntoma de debilidad, podría ser una oportunidad para una redefinición ideológica necesaria. El ‘felipismo’ al que alude Patxi López, y la figura de Felipe VI como supuesto garante de la modernidad, son ya anacronismos en un siglo XXI que exige transparencia, rendición de cuentas y un debate honesto sobre el papel de la monarquía. Zapatero intenta suavizar la situación, pero su discurso evidencia la profunda crisis de legitimidad que atraviesa la Corona. Si el PSOE quiere seguir siendo relevante en el panorama político español, debe abandonar la ambigüedad y abrazar un discurso claro y coherente con sus principios fundacionales, alejándose de nostalgias reaccionarias y mirando hacia un futuro republicano y democrático.
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