El Ministerio de Juventud e Infancia ha dado un paso decisivo en su compromiso por mejorar la atención y el bienestar de los menores tutelados. Con un nuevo real decreto en proceso, el Gobierno busca establecer estándares mínimos que garanticen la calidad de vida en los centros y pisos de acogida, tras una serie de incidentes alarmantes que han puesto de manifiesto la necesidad de una reforma urgente en el sistema de protección infantil.
La propuesta, que se encuentra en sus etapas finales de elaboración, surge del contexto trágico marcado por el reciente asesinato de una trabajadora en un piso tutelado en Badajoz, un suceso que ha provocado una ola de indignación y preocupación en todo el país. Fuentes del Ministerio indican que este real decreto no solo busca mejorar la atención a los menores, sino también proporcionar mayor seguridad y estabilidad a los profesionales que trabajan en este ámbito.
En la actualidad, España presenta una diversidad de modelos de acogida que varían significativamente entre comunidades autónomas, con un total de 17 enfoques diferentes. Esta situación ha llevado al Ministerio a diseñar una norma que defina límites claros en cuanto al número de plazas y trabajadores en cada centro, así como la calidad de las instalaciones. Con ello, se busca un cambio radical en la filosofía del acogimiento, desplazando el enfoque de los llamados «macrocentros» hacia un modelo más humano y familiarizado, fomentando la acogida en entornos que promuevan el desarrollo emocional y personal del menor.
Para ello, el borrador del real decreto incluirá un marco de trabajo que contemple tanto itinerarios formativos como programas de acompañamiento para la vida adulta de los jóvenes, asegurando así una atención integral que abarque desde su infancia hasta su transición a la madurez. Además, se establecerán protocolos de inspección y un sistema de sanciones para garantizar la correcta implementación de las directrices, aunque estos últimos aún están por definir.
Las autoridades del Ministerio de Juventud e Infancia están trabajando a un ritmo acelerado. Se espera que el borrador del decreto esté finalizado en la próxima semana, lo que permitiría iniciar la tramitación dentro de aproximadamente dos semanas. De acuerdo con las previsiones, la aprobación formal en el Consejo de Ministros podría producirse en un mes, lo que marcaría un hito importante en la evolución del sistema de protección a menores en España.
Sin embargo, la implementación efectiva de estas medidas dependerá en gran medida de la capacidad de las comunidades autónomas para dotarse de los recursos necesarios. Hasta el momento, no se ha establecido un calendario concreto para estas adaptaciones, lo que deja abierta la puerta a la incertidumbre sobre cómo se traducirán estos cambios en la práctica a nivel local.
El ministerio, a través de este real decreto, reafirma su compromiso de atender a una de las poblaciones más vulnerables de la sociedad con dignidad y respeto, estableciendo un nuevo rumbo que, sin duda, buscará erradicar la precariedad y el sufrimiento de los menores en situación de tutela.
El anuncio del Ministerio de Juventud e Infancia sobre un nuevo real decreto para la protección de menores tutelados en España es una señal clara de que el sistema, hasta ahora fragmentado y deficiente, está en crisis. Si bien es innegable que cualquier esfuerzo por establecer estándares mínimos y cerrar los polémicos «macrocentros» merece ser valorado, la realidad es que estas medidas llegan tarde y tras un doloroso historial de negligencias. La reciente tragedia en Badajoz nos recuerda de forma brutal que la burocracia no puede sustituir a la empatía; por ello, la implementación efectiva de este decreto debe ser la prioridad absoluta del Gobierno, no solo como reacción ante la indignación pública, sino como un compromiso sincero con el bienestar de estos jóvenes. Sin embargo, sin un plan claro y recursos adecuados, estas buenas intenciones podrían convertirse en palabras vacías.
Además, las divergencias en los modelos de acogida entre comunidades autónomas presentan un reto considerable. Aunque la idea de un marco normativo unificado es necesaria, el éxito de esta reforma dependerá en gran medida de la colaboración y el compromiso real de las administraciones locales. La falta de un calendario concreto para estas adaptaciones es preocupante, ya que deja muchas preguntas sin respuesta, sobre todo en cuanto a la capacitación de los profesionales y el destino de los jóvenes al llegar a la mayoría de edad. Así, la dignidad y el respeto en la atención a estos menores no pueden ser meras aspiraciones, sino objetivos tangibles que deben ser medidos y supervisados a lo largo del tiempo. La sociedad debe exigir al Gobierno que no solo presente un decreto, sino que garantice su implementación de forma eficaz y humana, asegurando un futuro en el que estos jóvenes no solo sobrevivan, sino que realmente prosperen.
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