Un severo análisis publicado hoy por el prestigioso diario británico Financial Times pone en tela de juicio la posición de España en el tablero internacional, señalando directamente al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como principal responsable. Bajo el título "Pedro Sánchez lucha por su vida política", el extenso reportaje firmado por Barney Jopson, corresponsal del periódico en España y Portugal, radiografía una situación preocupante, donde la corrupción, las tensiones con la OTAN y las concesiones al independentismo catalán convergen para erosionar la imagen del país.
El artículo del Financial Times describe un escenario complejo, donde las acusaciones de corrupción que salpican al entorno más cercano de Sánchez, sumadas a su desafío a las presiones de Donald Trump para aumentar el gasto militar en la OTAN, han debilitado su credibilidad tanto a nivel nacional como internacional. El diario británico no escatima en detalles, revelando el creciente malestar en Bruselas ante la insistencia del Gobierno español por imponer el catalán en las instituciones europeas, una maniobra interpretada como un intento de "intimidación" hacia otros Estados miembros. Esta actitud, según el FT, estaría dañando las relaciones de España con sus socios comunitarios y poniendo en riesgo la cohesión del proyecto europeo.
Más allá de la política internacional, el reportaje destaca el impacto negativo de la corrupción en la percepción global de España. La Comisión Europea, según el FT, habría recordado al Gobierno español su obligación legal de implementar una estrategia anticorrupción, un requerimiento que, hasta la fecha, no ha sido atendido. La inacción en este frente, unida a los escándalos que involucran a figuras clave del PSOE, como José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán, alimenta la desconfianza y proyecta una imagen de opacidad que socava la reputación de España como socio fiable y transparente.
El Financial Times también dedica una parte importante de su análisis al papel del independentismo catalán en la crisis política que atraviesa España. El reportaje subraya cómo la necesidad de Sánchez de obtener el apoyo de Junts per Catalunya, el partido liderado por Carles Puigdemont, para mantenerse en el poder, ha derivado en cesiones que comprometen la estabilidad del país y generan tensiones dentro de la UE. La dependencia del voto independentista, según el FT, ha conducido a un "Gobierno paralizado en el Parlamento", incapaz de aprobar los Presupuestos Generales del Estado o cualquier otra ley de relevancia, lo que agrava la incertidumbre económica y política. El veto a la compra del Sabadell por parte del BBVA, interpretado como una medida para contentar a los independentistas, es presentado como un ejemplo de cómo las prioridades políticas internas están prevaleciendo sobre los intereses económicos y las recomendaciones de Bruselas. El Financial Times concluye que las demandas de Puigdemont son insaciables, y la crisis parece destinada a perpetuarse.
La contundencia del análisis del Financial Times debería servir como un toque de atención, no solo para el gobierno de Pedro Sánchez, sino para la clase política en general. Si bien es cierto que el diario británico se enfoca en la figura del Presidente como epicentro de la crisis, resulta simplista ignorar la responsabilidad compartida de los actores políticos y económicos que han alimentado la desconfianza ciudadana y la polarización del debate público. La corrupción, un problema endémico en nuestro país, se convierte en el arma arrojadiza perfecta para erosionar la credibilidad del gobierno, pero también sirve para desviar la atención de las reformas estructurales que España necesita urgentemente para afrontar los desafíos del futuro.
Más allá de la legítima crítica a las concesiones al independentismo, que sin duda generan controversia, el problema de fondo reside en la incapacidad de construir consensos amplios y duraderos que permitan abordar la cuestión territorial desde una perspectiva de Estado. La dialéctica de bloques, exacerbada por el auge de populismos de diverso signo, impide un debate sereno y constructivo sobre el modelo de Estado que queremos. Es hora de superar las dinámicas partidistas cortoplacistas y apostar por una política de altura, capaz de anteponer el interés general a las ambiciones particulares. De lo contrario, el prestigio de España seguirá pendiendo de un hilo, víctima de nuestras propias divisiones.
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