España se prepara para un jueves marcado por la inestabilidad meteorológica. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha activado avisos de nivel amarillo y naranja en amplias zonas del territorio nacional, con especial incidencia en la vertiente mediterránea y Baleares. La combinación de altas temperaturas y la entrada de una masa de aire frío en altura está generando un cóctel explosivo que podría traducirse en tormentas intensas y precipitaciones torrenciales.
Las provincias de Almería y Granada, en Andalucía, también se encuentran bajo aviso amarillo por lluvias, con la posibilidad de que se acumulen hasta 25 litros por metro cuadrado en tan solo una hora. La inestabilidad se extiende a otras regiones, recordando la importancia de mantenerse informados y tomar precauciones. En contraposición, Córdoba y Jaén se enfrentan a la otra cara del verano, con una alerta amarilla por altas temperaturas que podrían alcanzar los 38 grados, un claro ejemplo de la disparidad climática que caracteriza a la península Ibérica.
La situación más preocupante se concentra en la Región de Murcia, donde se ha decretado el aviso naranja en el noroeste debido a las intensas lluvias y tormentas que se esperan. La vega del Segura, Lorca, Águilas, el altiplano y el valle de Guadalentín permanecen en aviso amarillo, con la previsión de que caigan hasta 25 litros por hora.
Las Islas Baleares no escapan a esta situación de riesgo. Ibiza y Formentera se encuentran bajo aviso naranja por la inminente llegada de tormentas y lluvias torrenciales, con la posibilidad de que se superen los 50 litros por hora, llegando incluso a los 100 litros en un lapso de dos o tres horas. Mallorca y Menorca, por su parte, se mantienen en alerta amarilla por tormentas, lluvias, fuertes vientos costeros e incluso la posibilidad de «rissagas», un fenómeno meteorológico que provoca oscilaciones bruscas del nivel del mar.
Cataluña también se prepara para un jueves complicado. Las provincias de Barcelona y Tarragona han activado la alerta naranja ante la previsión de fuertes precipitaciones, que podrían alcanzar los 40 litros en una hora en zonas del litoral y prelitoral. En Gerona, el aviso es amarillo por lluvias, tormentas y vientos costeros.
La Aemet ha activado la alerta naranja en las provincias de Albacete y Cuenca, en Castilla-La Mancha, donde se espera una precipitación acumulada de 30 litros en una hora, acompañada además de granizo de gran tamaño. La combinación de lluvia y granizo aumenta el riesgo de daños materiales y dificulta la visibilidad en carretera.
En la Comunidad Valenciana, las provincias de Alicante y Valencia se encuentran en aviso amarillo por lluvias y tormentas, con la posibilidad de que se acumulen entre 20 y 30 litros por metro cuadrado en una hora. Las autoridades recomiendan extremar la precaución en zonas de costa y evitar actividades al aire libre durante las horas de mayor riesgo.
El archipiélago canario se enfrenta a un escenario diferente, con aviso amarillo por viento. Se esperan rachas máximas que podrían alcanzar los 80 kilómetros por hora, lo que podría afectar a las comunicaciones marítimas y aéreas, así como provocar caídas de árboles y otros incidentes. Se aconseja precaución, especialmente en zonas expuestas al viento.
Ante el enésimo episodio de fenómenos meteorológicos extremos que azota nuestra geografía, se hace inevitable cuestionar la respuesta institucional y social que estamos dando a esta realidad cada vez más frecuente. Si bien la Aemet cumple su función informando y alertando, la sensación de déjà vu es palpable: avisos, recomendaciones de precaución y, lamentablemente, la recurrente imagen de infraestructuras desbordadas y daños materiales. ¿Estamos realmente adaptando nuestras ciudades y nuestros comportamientos a esta nueva normalidad climática o nos limitamos a reaccionar ante la emergencia? La inversión en prevención, en sistemas de drenaje eficientes y en la concienciación ciudadana deberían ser prioridades ineludibles.
Más allá de la puntual cobertura informativa, urge un debate profundo y transversal sobre las causas y consecuencias de estos eventos. Reducir la discusión a la mera anécdota meteorológica es un error que nos impide abordar el problema en su raíz: la crisis climática y la necesidad imperiosa de acelerar la transición hacia un modelo energético sostenible. La disparidad climática que se manifiesta en la península, con alertas por lluvias torrenciales en el Mediterráneo y temperaturas sofocantes en el interior, es un síntoma evidente de un planeta enfermo. Es hora de que la clase política asuma su responsabilidad y tome medidas ambiciosas que protejan el futuro de las generaciones venideras, en lugar de limitarse a gestionar las consecuencias del desastre.
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