Madrid, 21 de junio de 2025 – Las relaciones entre España y Estados Unidos se tensan una vez más después de que el ex-presidente Donald Trump, en declaraciones desde una base aérea de Nueva Jersey, volviera a criticar el gasto en Defensa de España, calificándolo de "muy reducido" en comparación con otros miembros de la OTAN. La respuesta desde Madrid no se ha hecho esperar, con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, alzando la voz en defensa de la soberanía nacional.
Las palabras de Trump, quien sugirió que la OTAN "deberá lidiar con España" por su supuesto bajo gasto en defensa, han resonado con fuerza en el panorama político español. Yolanda Díaz, tajante, ha respondido que España es un país "libre y soberano" para decidir el destino de sus fondos públicos. "No vamos a permitir que Estados Unidos nos dé lecciones", sentenció la vicepresidenta, remarcando que el "tiempo de ordeno y mando" por parte de Washington ha quedado atrás. La firmeza de Díaz subraya una postura cada vez más común en Europa, que busca una mayor autonomía estratégica frente a las presiones externas.
La polémica reaviva un debate ya recurrente sobre el equilibrio entre la soberanía nacional y los compromisos adquiridos en el marco de alianzas internacionales como la OTAN. Pedro Sánchez ya había comunicado a la administración estadounidense su oposición a elevar el gasto en Defensa al 5%, una medida que, según fuentes gubernamentales, desviaría recursos cruciales de áreas como la sanidad, la educación y la transición ecológica. El argumento de la Casa Blanca, reiterado por Trump, se centra en la necesidad de que todos los aliados compartan la carga de la seguridad colectiva, especialmente en un contexto internacional marcado por la inestabilidad y el auge de nuevas amenazas. Sin embargo, desde el Gobierno español se insiste en que el compromiso con la OTAN se materializa a través de otras vías, como la participación en misiones internacionales y la modernización de las Fuerzas Armadas dentro de un marco presupuestario responsable. La pelota, una vez más, está en el tejado de una relación transatlántica que parece abocada a seguir navegando entre la cooperación y la divergencia.
La bravuconada trumpista, reciclada y proyectada desde su exilio dorado en Nueva Jersey, resulta tan predecible como ineficaz. Si bien la exigencia de mayor inversión en Defensa por parte de los aliados de la OTAN puede tener una base lógica en el actual contexto geopolítico, la forma en que Trump articula esa presión, con un lenguaje de matonismo internacional, solo consigue erosionar aún más la ya maltrecha credibilidad de Estados Unidos como socio fiable. Reducir la complejidad de la seguridad colectiva a un mero ejercicio contable ignora las realidades y prioridades de cada nación. En el caso de España, donde la herencia de una crisis económica profunda aún pesa sobre los servicios públicos, desviar fondos masivamente hacia el gasto militar sería una irresponsabilidad social, independientemente de lo que dicte el termómetro de Washington.
No obstante, la respuesta de Yolanda Díaz, aunque comprensiblemente enérgica, corre el riesgo de caer en la demagogia soberanista. Es crucial distinguir entre defender la autonomía de decisión de España y eludir responsabilidades dentro de un marco de cooperación internacional. El compromiso con la OTAN implica una inversión sostenida en seguridad, no solo a través de la participación en misiones puntuales, sino también mediante la modernización de las Fuerzas Armadas. La clave reside en encontrar un equilibrio entre las necesidades de la defensa nacional y las prioridades sociales y económicas, sin ceder a la presión extorsiva, pero tampoco escondiéndose tras un discurso autocomplaciente que ignora las crecientes amenazas a la estabilidad global. Quizás, un esfuerzo mayor en diplomacia y en la búsqueda de soluciones innovadoras para la financiación de la defensa, como la colaboración europea, sería un camino más fructífero que la retórica inflamada.
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