La Asociación Española contra las Terapias de Conversión ha tomado una iniciativa contundente al denunciar a siete diócesis por organizar y fomentar charlas que promueven prácticas consideradas ilegales bajo la vigente ley trans, prohibiendo explícitamente las terapias de conversión de la homosexualidad. Estas charlas, que se han llevado a cabo en parroquias de< strong> Valencia, Madrid, Barcelona, Málaga, Getafe, Alcalá y Sigüenza-Guadalajara, son presentadas por la empresa Media Salud Comunicación S.L., dirigida por Marta Sanz Lovaine, cuya filosofía se basa en la idea de que es posible “volver de vuelta a sus orígenes biológicos” a las personas con tendencia o atracción hacia el mismo sexo.
El proyecto, denominado «Transformados», es calificado por su promotora como un “apostolado” destinado a individuos que buscan alejarse de su orientación sexual. Según la denuncia, las charlas están diseñadas para manipular la creencia de que la homosexualidad puede ser superada a través de un compromiso religioso, insinuando que un “encuentro con Cristo” podría brindar no solo consuelo espiritual, sino también la posibilidad de formar una familia heterosexual y renunciar a su identidad de género.
En estos eventos, los asistentes son expuestos a relatos de supuestos ex homosexuales, llamados «transformados», quienes comparten sus experiencias de “cambio” y la adopción de una vida en castidad. La narrativa es completada por un discurso que deslegitima la diversidad sexual y promulga un mensaje estigmatizante hacia la comunidad LGBTQ+, describiendo la homosexualidad como fuente de problemas de personalidad, promiscuidad y riesgo de enfermedades. Desde la Asociación, se argumenta que este tipo de discursos no solo son falsos, sino que generan un daño psicosocial considerable, perpetuando un entorno de discriminación y odio hacia quienes se identifican como parte de esta comunidad.
En declaraciones compartidas con la agencia Efe, el abogado y presidente de la Asociación, Saúl Castro, afirmó haber asistido a tres de estas charlas y describió minuciosamente el esquema de su contenido. Al inicio, el párroco de la iglesia presenta el evento; posteriormente, Sanz expone los supuestos peligros de la ideología de género, antes de dar paso a los relatos de “transformación”. Este proceso culmina con una ronda de preguntas, lo que sugiere un intento deliberado de validar sus afirmaciones y atraer a más participantes a un programa que, según los denunciantes, busca socavar la dignidad y el bienestar de las personas homosexuales.
La denuncia ha desatado una ola de reacciones en el ámbito social y político, evidenciando una creciente preocupación por la normativa que protege los derechos de las personas LGBTQ+. A medida que la sociedad avanza hacia una mayor aceptación y comprensión de la diversidad sexual, el desafío que representan estas iniciativas sigue siendo un debate candente, enfatizando la necesidad de asegurar entornos seguros y respetuosos para todos.
La denuncia presentada por la Asociación Española contra las Terapias de Conversión pone de relieve una **realidad alarmante** que muchos creían superada en el camino hacia una sociedad más inclusiva y respetuosa con la diversidad sexual. El hecho de que las diócesis de varias ciudades españolas, incluida Málaga, promuevan charlas que abogan por la eliminación de la homosexualidad bajo la premisa de un “apostolado”, es un claro indicio de que la **intolerancia y el rechazo siguen profundamente arraigados** en ciertos sectores de la religión. Estas iniciativas, en lugar de brindar consuelo y apoyo, parecen propagar un mensaje de odio y deslegitimación hacia las identidades LGBTQ+, posicionándolas como un problema a erradicar en vez de una parte integral del kaleidoscopio humano. Es inaceptable que en pleno siglo XXI se convoquen eventos que, en última instancia, profundizan el sufrimiento, la marginalización y la alienación de individuos por su orientación sexual.
Sin embargo, este asunto no solo es un problema de discurso, sino que también plantea una **cuestión de responsabilidad ética**. Las instituciones deben entender que su influencia tiene un impacto profundo en la vida de las personas. En este sentido, la defensa de la diversidad sexual no debe ser solo una consigna, sino una práctica activa que promueva el respeto y la educación. En lugar de silenciar las voces que quieren ser escuchadas, los líderes religiosos podrían iniciar un proceso de revisión y reflexión sobre la auténtica misión de sus comunidades: la **compasión, el amor y la aceptación** incondicional. La denuncia de estos actos es un paso necesario, pero aun más, urge la creación de espacios seguros donde se fomente un diálogo inclusivo, que reconozca y afirme el valor de cada individuo, más allá de su orientación sexual. La lucha continúa, y los pasos hacia un futuro donde todos sean aceptados y respetados son más cruciales que nunca.
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