Desde su gestación, Sumar ha sido un escenario de tensiones y transformaciones que han marcado su identidad. En marzo de 2023, cuando la vicepresidenta Yolanda Díaz presentó su candidatura a las elecciones generales, lo hizo abanderando la idea de un movimiento que buscaba trascender la lógica partidista. Sin embargo, la reciente renuncia de la destacada activista y escritora Elizabeth Duval, uno de los pilares que prometían dar sentido a este nuevo entramado político, refleja una profunda crisis de rumbo en la formación.
El acto inaugural en 2022, que reunió a 35 reconocidos expertos de diversos ámbitos sociales y académicos, fue un hito en la presentación de un modelo de política colaborativa y abierta. No obstante, las dinámicas internas y la presión del contexto político llevaron a que, apenas dos años después, solo siete de esos consejeros originales permanezcan al lado de Díaz en el actual grupo coordinador. Esta significativa reducción cuestiona la capacidad de Sumar para seguir siendo una plataforma inclusiva y representativa de la ciudadanía.
La esencia del proyecto, en sus primeras etapas, se basaba en la integración de voces de la sociedad civil, con la intención de construir un «proyecto de país» que fuera más allá de las tradicionales estructuras de partido. La ambición de Sumar era clara: tejer un movimiento ciudadano que buscara nuevos caminos para la política española. Sin embargo, el apremio por definir un liderazgo sólido y las elecciones anticipadas que sorprendieron al entorno han llevado a que se prioricen las estrategias electorales sobre el diálogo y la inclusión que inicialmente prometieron.
A lo largo de su trayectoria, muchos de esos 35 expertos, que inicialmente alimentaron las bases del proyecto, han optado por no afiliarse formalmente al partido, percibiendo que la transformación de Sumar hacia una formación política tradicional ha debilitado su esencia original. Este alejamiento no solo pone de manifiesto una falta de alineación ideológica, sino que también despierta una preocupación creciente entre aquellos que esperaban que Sumar fuese verdaderamente un catalizador de cambio en el panorama político español.
Las voces de quienes una vez fueron parte de la maquinaria de Sumar expresan una mezcla de decepción y resignación. Algunos de ellos reconocen que hubo una oportunidad perdida para reconectar con la ciudadanía y para revitalizar el compromiso con un movimiento que, en su esencia, debía ser radicalmente diferente a lo que han representado los partidos tradicionales. “Pensábamos que Sumar podía ofrecer un espacio donde realmente se escucharan las demandas de la gente, pero la realidad ha sido otra”, lamentan.
De cara al futuro, la formación se enfrenta a un dilema crítico: ¿será capaz de reencontrarse con sus raíces y recuperar su esencia como movimiento ciudadano, o continuará por el camino de convertirse en un partido más en el sistema político español? La reciente renuncia de Duval puede ser un síntoma de una crisis más profunda que requiere una reflexión seria sobre la dirección que tomará Sumar en los próximos meses, en un entorno donde la política de proximidad parece ser más necesario que nunca.
La renuncia de Elizabeth Duval es un lamento que va más allá de la salida de una figura prominente en Sumar; representa el eco de una promesa decepcionada. Este movimiento, que originalmente prometía ser el faro de la política inclusiva, ha optado por una construcción partidista que no solo contraviene su esencia, sino que también arriesga apagar las esperanzas de quienes esperaban un cambio real en el panorama político español. La transformación de Sumar en una entity más tradicional sugiere una capitulación ante las viejas dinámicas del poder, donde la presión electoral prima sobre la voz ciudadana. En la búsqueda de un liderazgo sólido, han clamado, como tantos otros, por mantener la esencia de un proyecto que aspiraba a ser disruptivo, pero que, aparentemente, ha sucumbido al miedo de perder relevancia en la carrera política convencional.
Frente a este dilema crítico, Sumar se enfrenta a un desafío monumental: reconectar con su base ciudadana o convertirse en un reflejo más de lo que tanto criticaron. La pérdida de diversos consejeros originales no es solo una crisis de legitimidad; es una advertencia de que la política se alimenta de la narrativa compartida, de la inclusión y el diálogo. Se requiere un esfuerzo renovado para recuperar la confianza de aquellas voces que inicialmente contribuyeron con su sabiduría y conocimiento, a fin de no disolverse en el olvido. Convertirse en un verdadero legítimo representante de la sociedad civil no es tarea fácil, pero es imperativa en un contexto donde la ciudadanía busca alternativas genuinas. Si Sumar desea realmente ser ese espacio de transformación, debe abogar por un regreso a sus raíces y valorar lo que hizo brillar al movimiento en sus inicios.
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