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Crisis migratoria: PP niega racismo y acusa al Gobierno de ceder ante Cataluña y País Vasco.

El cierre de un centro de menores migrantes en Pozuelo desata una dura pugna entre Gobierno y PP, con acusaciones cruzadas de racismo y negligencia en la gestión migratoria.

Guerra abierta entre Gobierno y PP por la gestión de menores migrantes: Pozuelo, el detonante de una escalada de acusaciones

Madrid se ha convertido en el epicentro de una tormenta política que amenaza con desbordar las ya tensas relaciones entre el Gobierno central y el Partido Popular. El cierre del centro de menores migrantes de Pozuelo de Alarcón, alegando falta de licencia, ha desatado una virulenta cruzada de acusaciones donde el «racismo» se ha convertido en la munición preferida. En el fragor de la batalla, Jaime de los Santos, vicesecretario de Educación e Igualdad del PP, ha rechazado tajantemente las acusaciones vertidas por el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, calificándolas de «infundadas» y «oportunistas».

De los Santos, en una declaración que ha encendido aún más los ánimos, ha señalado directamente a La Moncloa, acusándola de «doble rasero» y de ceder ante presiones políticas. «No hay nada más racista que eximir a Cataluña y País Vasco del reparto de menores migrantes no acompañados», sentenció el dirigente popular, lanzando una acusación que resonará con fuerza en el debate público. Esta afirmación, calificada de «demagógica» por fuentes gubernamentales, se basa en la decisión de no obligar a estas comunidades autónomas a acoger a más jóvenes debido a su «esfuerzo previo» en materia de inmigración. Sin embargo, para el PP, este argumento no esconde más que una concesión a sus socios independentistas, sacrificando la igualdad y la equidad en el reparto de responsabilidades.

¿Una crisis humanitaria convertida en arma arrojadiza?

La polémica no se limita al reparto de menores, sino que se extiende a la raíz del problema: la gestión de los flujos migratorios. De los Santos ha criticado duramente la política migratoria del Gobierno de Sánchez, acusándolo de «dar carta blanca a las mafias que trafican con los dramas de tantos hombres y mujeres». Esta acusación, de gran calado, apunta directamente a la responsabilidad del Ejecutivo en la crisis migratoria que vive España, especialmente en Canarias, desde donde se trasladarán los casi 4.000 menores a otras comunidades autónomas.

El cierre del centro de Pozuelo, en este contexto, se ha convertido en un símbolo de la falta de coordinación y de la politización de una crisis humanitaria. Mientras el Gobierno acusa al Ayuntamiento de «racismo preventivo», el PP denuncia una «persecución política» y una «gestión negligente» por parte del Ejecutivo central. En medio de esta guerra de acusaciones, los grandes olvidados son los menores migrantes, atrapados en una maraña burocrática y política que amenaza su futuro.

Resulta lamentable observar cómo la política española, una vez más, convierte una crisis humanitaria en un campo de batalla ideológico. El rifirrafe entre Gobierno y PP en torno a la gestión de menores migrantes no acompañados no solo es una irresponsabilidad, sino un acto de crueldad implícita. Acusaciones de «racismo» y «demagogia» vuelan de un lado a otro, mientras la situación real de estos jóvenes, vulnerables y desamparados, queda relegada a un segundo plano. Esta politización exacerbada, especialmente en un tema tan sensible, erosiona la confianza de la ciudadanía en las instituciones y perpetúa una narrativa divisoria que obstaculiza la búsqueda de soluciones efectivas y humanas.

Más allá de las acusaciones cruzadas, es imperativo analizar las verdaderas motivaciones detrás de este conflicto. ¿Se trata realmente de una preocupación genuina por el bienestar de los menores, o de una estrategia electoralista para capitalizar el miedo y la xenofobia? La acusación del PP sobre el «doble rasero» con Cataluña y País Vasco, aunque pueda resonar en ciertos sectores, no aborda el problema de fondo: la necesidad urgente de una política migratoria coherente, coordinada y, sobre todo, humana. Mientras tanto, la falta de transparencia y la opacidad en la gestión de los centros de acogida alimentan la desconfianza y abren la puerta a la manipulación política. Urge un debate sereno y constructivo, alejado de la polarización, que priorice la protección de estos menores y promueva una integración real en la sociedad.

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