La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, ha puesto de manifiesto su optimismo respecto al futuro económico del país, proyectando un crecimiento que oscila entre el 3,5 % y el 4,5 % para el año 2025. En un mensaje dirigido a la nación que marca el inicio del nuevo año, Castro destacó que el Banco Central ha implementado políticas que favorecen el mercado cambiario, lo que podría ser un baluarte para enfrentar los desafíos que se avecinan.
Castro no eludió los desafíos internacionales que aguardan a la economía hondureña, entre los cuales destacó la intensificación de conflictos geopolíticos y un aumento en las políticas proteccionistas de países como Estados Unidos y naciones de Europa. Estos factores podrían impactar negativamente el comercio global y, en consecuencia, la economía local. “La incertidumbre que generan estos conflictos podría dificultar aún más el acceso a mercados clave para nuestro país”, subrayó Castro.
Además, la mandataria hizo hincapié en el riesgo que representan las altas tasas de interés y las restricciones de crédito por parte de las instituciones financieras, las cuales podrían afectar la inversión nacional. La desaceleración de la economía de EE.UU., que es un importante socio comercial, también fue mencionada como una amenaza que podría reducir la demanda de productos hondureños en el extranjero.
La presidenta también hizo referencia al impacto significativo de las remesas familiares enviadas por migrantes hondureños. Hasta el 26 de diciembre de 2024, estas sumaron 9.627,9 millones de dólares, lo que representa una porción vital del Producto Interno Bruto (PIB), al alcanzar un 25 % de la economía del país. Sin embargo, analistas advierten que esta fuente de ingresos podría verse amenazada por la posible deportación masiva que el presidente electo estadounidense, Donald Trump, ha prometido implementar.
A pesar de sus proyecciones optimistas, la presidenta Castro es consciente de que un crecimiento sostenido por debajo del 5 % no será suficiente para erradicar la profunda pobreza que afecta a más del 60 % de la población hondureña. El expresidente del Colegio Hondureño de Economistas, Julio César Raudales, remarcó que para lograr un cambio significativo, el país necesitaría crecer entre un 6 % y 8 % de forma sostenible durante al menos quince años.
Ante los retos que presenta el nuevo año, Honduras se encuentra en una encrucijada donde las decisiones que se tomen en los próximos meses serán clave para su rumbo económico y social. La esperanza de la presidenta es que, a pesar de la adversidad, la nación alcance el crecimiento ansiado y se posicione en el camino hacia una mejora en la calidad de vida de sus ciudadanos.
El optimismo de la presidenta Xiomara Castro respecto al crecimiento económico proyectado para 2025 puede verse como un faro de esperanza en un océano de desafíos complejos. Sin embargo, este optimismo debe ser evaluado críticamente, especialmente cuando se considera que el crecimiento pronosticado, entre un 3,5 % y un 4,5 %, no es suficiente para abordar la alarmante realidad de la pobreza que afecta a más del 60 % de la población hondureña. Aunque el gobierno ha comenzado a implementar políticas que pueden ofrecer un alivio en el corto plazo, es crucial reconocer que las proyecciones económicas a menudo dependen de factores externos, como las políticas proteccionistas de naciones clave y el deterioro comercial con Estados Unidos. Esto pone en entredicho el verdadero poder de acción del gobierno y su capacidad para generar un cambio significativo que impacte en la calidad de vida de su ciudadanía.
Las remesas familiares se han convertido en un pilar fundamental de la economía hondureña, representando una porción vital del PIB. Sin embargo, depender de estas transferencias trae consigo una vulnerabilidad inherente, especialmente ante la inminente amenaza de posibles deportaciones bajo la administración de Donald Trump. Ningún país debería confiar su progreso económico a la suerte de sus migrantes en el extranjero. Esto resalta una necesidad urgente de diversificación económica y de creación de empleo local que, de manera sostenible, mejore las condiciones de vida dentro de Honduras. Si bien las proyecciones son positivas, el camino hacia un crecimiento real y la erradicación de la pobreza requiere no solo de metas ambiciosas, sino de medidas concretas que impulsen la inversión domestic y renegocien el acceso a mercados globales, más allá de los buenos deseos y palabras optimistas.
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