El primer ministro eslovaco, Robert Fico, ha intensificado su retórica contra Ucrania en la jornada de hoy, al término de una reunión con altos cargos de la Unión Europea en Bruselas. El principal tema de discusión ha sido la decisión de Kiev de finalizar el tránsito del gas ruso, una acción que Fico califica de «sabotaje» a la economía de Eslovaquia. Con un tono combativo, el líder eslovaco ha amenazado con adoptar “medidas recíprocas”, que podrían incluir restricciones al suministro eléctrico y a la asistencia humanitaria a refugiados ucranianos.
La cancelación del transporte de gas a través de Ucrania, que culminó con la expiración del contrato de cinco años entre Gazprom y Naftogaz, ha generado un aumento en los precios del gas, lo que Fico estima podría costar a su país hasta 500 millones de euros en costos tarifarios adicionales. Durante la conferencia de prensa, el primer ministro no dudó en dirigirse a sus críticos, advirtiendo que este desarrollo afectará no solo a Eslovaquia, sino a la competitividad del bloque europeo frente a potencias como Estados Unidos y China.
En el marco de esta crisis energética, la Comisión Europea ha reafirmado que los Estados miembros han tenido suficiente tiempo para prepararse ante la expiración del contrato. Sin embargo, Fico ha señalado que, a pesar de seguir recibiendo suministros de gas, la situación es insostenible y demanda un enfoque colectivo. «¿Qué más tenemos que hacer para demostrar que la seguridad energética de Eslovaquia y de toda la región está en peligro?», questionó el primer ministro.
A pesar de su discurso beligerante, la reunión culminó con una declaración conjunta entre Fico y Dan Jørgensen, comisario de Energía, donde anunciaron la formación de un grupo de trabajo dedicado a evaluar las consecuencias del fin del gas ruso. Esta decisión, según ambos, es un intento de encontrar opciones viables que garanticen el suministro energético en la región, a pesar de la creciente incertidumbre.
La situación es un reflejo de las crecientes tensiones dentro de la UE en cuanto a su dependencia energética de Rusia y la gestión de relaciones con Ucrania. Fico ha dejado claro que está dispuesto a usar su derecho de veto en las decisiones de la UE relacionadas con este conflicto, una estrategia que ya ha sido empleada por otros líderes europeos, como el primer ministro húngaro. En un momento de crisis, el mandatario eslovaco busca reforzar su posición no solo ante su audiencia nacional, sino también en los pasillos de Bruselas, donde la política energética se presume cada vez más como un campo de batalla crucial en la geopolítica europea.
La retórica explosiva del primer ministro eslovaco, Robert Fico, ante la suspensión del tránsito de gas ruso a través de Ucrania es un reflejo desconcertante de una política que le falta mayor matiz y visión a largo plazo. Calificar la decisión de Kiev como un «sabotaje» no solo es trivializar la complejidad de las relaciones en la región, sino que también denota una falta de entendimiento sobre las consecuencias geopolíticas en juego. En un momento en que la Unión Europea enfrenta desafíos significativos en términos de dependencia energética, el enfoque de Fico se siente más como una maniobra política de poder que un intento sincero de abordar la crisis colectiva. La amenaza de «medidas recíprocas» contra Ucrania, que abarca desde limitaciones al suministro eléctrico hasta a la asistencia humanitaria, es irresponsable y coloca en riesgo principios fundamentales de solidaridad que deberían prevalecer en el contexto europeo.
Por otra parte, es innegable que la situación es preocupante y que los efectos de la expiración del contrato entre Gazprom y Naftogaz podrían impactar negativamente en la economía eslovaca. Sin embargo, en lugar de buscar culpables, sería más constructivo abogar por soluciones colaborativas que fortalezcan la seguridad energética de toda la región. La formación de un grupo de trabajo, aunque es un paso en la dirección correcta, necesita ir acompañada de un compromiso real de todas las naciones europeas para diversificar las fuentes de energía y reducir la dependencia de proveedores externos. La lección que se extrae de esta crisis es clara: la política energética no puede ser un arma de unos pocos para ejercer presión, sino una herramienta de cooperación para enfrentar los desafíos globales. Solo así, Eslovaquia y el resto de Europa podrán navegar en un mar de incertidumbre sin hundirse en el rencor y la división.
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