Las devastadoras consecuencias de la reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) han dejado una huella imborrable en la red de comunicaciones entre las provincias de Alicante y Valencia. Con las infraestructuras colapsadas, el panorama para el sector del transporte es desolador. Según datos preliminares, el incremento de kilómetros necesarios para desviar las cargas hacia los destinos europeos podría estar costando a las empresas de logística miles de euros en sobrecostes, además de pérdidas significativas en tiempo y eficiencia.
Los transportistas, que se encuentran en una encrucijada, están optando por soluciones poco convencionales. Mientras que algunos clientes han decidido aceptar las nuevas tarifas exorbitantes para asegurar la entrega de mercancías perecederas, otros han optado por postergar los envíos, generando un cuello de botella que podría acentuar la crisis en el corto plazo. Juan José Hernández, presidente de Fetrama, ha señalado que la necesidad de adaptarse a unos tiempos de tránsito que se han duplicado o triplicado afecta no solo la logística, sino la viabilidad de muchas empresas que dependen de la puntualidad en el transporte.
El impacto de la DANA no se limita al ámbito del transporte, sino que se extiende como una sombra sobre toda la economía regional. En Castellón, la grave situación afecta de manera alarmante al sector azulejero, un pilar económico que exporta casi el 90% de su producción a través del puerto de Valencia. Carmelo Martínez, presidente de la ACTM, ha advertido que el tiempo de entrega se ha visto triplicado, lo que podría resultar en pérdidas irreparables para una industria que ya lidia con la competencia internacional. «+Esto no es solo un problema logístico, es cuestión de supervivencia para muchas pymes que contarían con semanas de limitado funcionamiento si no se corrige pronto», añadió.
Las empresas se ven obligadas a replantear sus estrategias mientras las líneas ferroviarias y las conexiones por carretera permanecen gravemente afectadas. Con la prohibición de circulación diurna de camiones que no transportan mercancías esenciales, los transportistas se ven condenados a operar en un horario restringido que no solo limita su capacidad operativa, sino que también retrae la recuperación económica de un sector que ya había empezado a salir de la crisis sanitaria del COVID-19.
Las perspectivas a corto plazo parecen sombrías. Aunque algunas empresas han mostrado optimismo respecto a la posible normalización de las rutas para enero, el daño económico ya es palpable. Los sectores del calzado, juguete y turrón, que dependen en gran medida de estas infraestructuras, están en un dilema. Mientras que muchos actores en la cadena de suministro confían en que la situación se resolverá, existe un miedo latente que sostiene que las secuelas de esta catástrofe natural podrían causar un efecto dominó negativo en la economía regional.
“Las infraestructuras son el corazón de nuestra economía, y sin ellas, no avanzamos”, sentencia Luis Martí, presidente de la CEV en Castellón, quien enfatiza la urgencia de invertir en soluciones a largo plazo para prevenir crisis futuras. En medio de esta incertidumbre, solo el tiempo dirá si la resiliencia del sector será suficiente para superar otro obstáculo en un entorno económico ya frágil.
La reciente DANA ha puesto de manifiesto las tremendas fragilidades de nuestras infraestructuras y la falta de preparación ante desastres naturales. La situación desoladora que enfrentan las empresas de logística es un claro ejemplo de que invertir en el mantenimiento y mejora de las redes de transporte debe ser una prioridad. Los costes exorbitantes y las pérdidas económicas son la cara visible de una crisis que podría haberse mitigado con una mejor planificación y un enfoque proactivo hacia la conservación y modernización de nuestras vías de comunicación. En lugar de esperar a que ocurran catástrofes, es vital que tanto el sector público como el privado trabajen juntos en soluciones que no solo se enfoquen en la recuperación, sino que también fortalezcan nuestra infraestructura para el futuro.
El dilema que enfrentan muchos transportistas y empresas es alarmante. Es inquietante ver cómo un fenómeno natural puede poner en jaque a sectores fundamentales como el azulejero, que es vital para la economía regional. La idea de que el tiempo de entrega se ha triplicado es imposible de ignorar y plantea serias preguntas sobre la sostenibilidad de nuestras pymes ante tales adversidades. Las palabras de Luis Martí resuenan con claridad: sin inversiones urgentes en infraestructura, corremos el riesgo de caer en un ciclo de crisis y recuperación interminable. La resiliencia no puede ser el único recurso; es hora de que se tomen medidas concretas para asegurar que no volvamos a encontrarnos en una situación tan precaria.
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