La tarde de este domingo se convirtió en un capítulo dorado para el baloncesto andaluz, ya que el Unicaja Málaga logró alzarse con la Copa del Rey de baloncesto tras vencer al Real Madrid por un contundente 93-79 en el Gran Canaria Arena, situado en Las Palmas. Un partido que ya quedará en la memoria no solo por el triunfo, sino por la emoción que se vivió tanto dentro como fuera del parqué.
El encuentro estuvo marcado por la brillante actuación del base Kendrick Perry, quien no solo demostró una gran maestría a la hora de dirigir el juego, sino que se convirtió en el corazón del equipo malagueño durante la final. Con cada asistencia y cada tiro en el momento clave, Perry llevó a su equipo a una celebración que, por momento, parecía casi anticipada. Pero la historia de esta final no solo gira en torno a los puntos anotados, sino que también se tiñó de un inesperado componente político que dejó a todos atónitos.
El ambiente en el estadio se tornó tenso durante la ceremonia de premiación, cuando el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, subió al escenario para entregar el trofeo. A pesar de sus raíces canarias y su trayectoria en la comunidad, el ministro fue recibido con una fuertísima pitada por parte de los aficionados presentes. Su nombre, anunciado por la megafonía, desató un coro de abucheos y gritos de “¡Fuera, fuera!”. Un momento que dejó claro que la política y el deporte pueden entrelazarse de maneras inesperadas y, en ocasiones, incómodas.
El contraste entre la desilusión en el bando madridista, que vio cómo el trofeo se les escapaba de las manos ante su presidente, Florentino Pérez, y la euforia de los malagueños fue evidente. La celebración del Unicaja no tuvo límites. A su llegada al aeropuerto de Málaga, los jugadores decidieron hacer de la cinta transportadora de maletas un improvisado homenaje a su victoria. Sentados de forma alineada, emulaban el gesto de remar, creando un espectáculo que mezclaba la alegría de una victoria monumental con un toque de humor que se viralizó en las redes sociales.
Este triunfo no solo representa un hito en la historia del Unicaja, sino que también sienta un precedente en la rivalidad entre ambos equipos. La victoria ante el Real Madrid, uno de los gigantes del baloncesto europeo, es un recordatorio del potencial y la pasión que el deporte puede generar en los aficionados. La Copa del Rey 2025, marcada por la alegría de un equipo y la controversia de un político, será recordada como un evento cargado de emociones y sorpresas.
Mientras el Unicaja celebra su éxito, ahora miran hacia adelante con la vista puesta en nuevos desafíos y en reafirmar su posición en el baloncesto nacional. Para los aficionados malagueños, el título no solo es un trofeo; es el reflejo de una ciudad que palpita con el baloncesto y que, tras esta victoria, sueña con más triunfos en el futuro.
La victoria del Unicaja Málaga en la Copa del Rey ante el Real Madrid no solo es un hito deportivo, sino una declaración de intenciones en un baloncesto español que clama por la renovación y el talento emergente. Mientras el equipo malagueño celebra sus logros y su base, Kendrick Perry, se erige como el líder en el parqué, resulta crucial reflexionar sobre el impacto que esta victoria tiene en la identidad del club y en su comunidad. Sin embargo, la desorientación del Real Madrid, un gigante que parece haber perdido rumbo, plantea interrogantes sobre el futuro de un club que, al ser un referente en el baloncesto, debería priorizar la cohesión y el rendimiento ante la inercia de grandes fichajes y la presión constante de los resultados. Es un oportuno recordatorio de que, en el deporte, el verdadero éxito no se mide solo en títulos, sino también en la conexión con los aficionados y en la capacidad de reinventarse ante la adversidad.
La culminación de la final se vio marcada por el contraste entre la alegría insaciable de los seguidores del Unicaja y la pitada hacia el ministro Ángel Víctor Torres, lo que subraya una profunda realidad: el deporte a menudo sirve de telón de fondo para tensiones sociales y políticas. Es insólito que en un evento que debería ser exclusivamente deportivo, la figura de un político provoque un ambiente de rechazo, reflejando descontentos que trascienden la cancha. Este suceso no solo revela la polarización y las frustraciones acumuladas en la comunidad, sino que también pone en entredicho el papel del deporte como un posible puente entre diferentes sectores de la sociedad. En lugar de permitir que las divisiones políticas empañen este triunfo, sería más prudente que las instituciones aprovecháramos estos momentos de júbilo para fomentar un diálogo constructivo y nutrir el espíritu colectivo que el baloncesto andaluz ha demostrado poseer. La celebración del Unicaja debería ser un trampolín hacia una cohesión social más fuerte, no una excusa para perpetuar la fragmentación.
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