La noche del jueves en el Stade de France vibró al ritmo del joven prodigio. Lamine Yamal, con tan solo 17 años, eclipsó a la mismísima Francia con una actuación que quedará grabada en los anales del fútbol español. Dos goles, uno de ellos un astuto punterazo que recordó a las viejas glorias del fútbol callejero, y una celebración osada, un guiño al mismísimo Cristiano Ronaldo, bastaron para desatar la euforia y reabrir un debate que parecía zanjado: ¿estamos ante el futuro Balón de Oro?
Yamal pulverizó récords centenarios y demostró una madurez impropia de su edad, liderando a la selección española hacia la victoria. La prensa internacional se rindió a sus pies, ensalzando su desparpajo, su habilidad innata y su capacidad para decidir partidos de alto voltaje. Luis de la Fuente, extasiado, no dudó en postularlo como el próximo rey del fútbol mundial: «Se merece el Balón de Oro», sentenció el seleccionador, elevando aún más las expectativas sobre el joven talento.
Pero la ambición, como el Guadiana, a veces se esconde bajo la superficie. La ausencia del FC Barcelona en el nuevo Mundial de Clubes de la FIFA 2025, un torneo que promete ser un escaparate global y un factor determinante en la lucha por el Balón de Oro, podría convertirse en una losa para las aspiraciones de Yamal. La falta de títulos internacionales de club, un argumento recurrente en la concesión del preciado galardón, podría jugar en su contra frente a rivales como Mbappé, flamante Bota de Oro, o Dembélé, reciente campeón de la Champions League.
Ante este panorama, la final de la Liga de Naciones del domingo ante Portugal se presenta como una oportunidad única para Yamal de consolidar su candidatura. Una actuación estelar en el partido decisivo podría catapultarlo definitivamente hacia la cima y silenciar las voces que cuestionan su falta de experiencia en competiciones de clubes de máximo nivel. El duelo ante la Portugal de Cristiano Ronaldo, un espejo en el que el joven Yamal se mira, se antoja crucial para calibrar el verdadero alcance de su potencial.
Mientras tanto, en Barcelona, la afición culé se aferra a la esperanza. Saben que tienen en sus filas a un jugador diferente, un diamante en bruto capaz de marcar una época. El Camp Nou sueña con verle levantar la Champions League, con conquistar títulos que le permitan competir de tú a tú con los grandes del fútbol mundial. Pero para eso, el Barça deberá dar un paso adelante y construir un proyecto ganador a la altura del talento de su joven estrella. Lamine Yamal ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad. Ahora, el futuro está en sus manos, y en las decisiones que tome su club. Málaga, como el resto del mundo, observa atenta el desenlace de esta apasionante historia.
La euforia desatada por Lamine Yamal, aunque comprensible dado su talento precoz, me parece peligrosamente prematura. Convertir a un jugador de 17 años en el próximo Balón de Oro es una presión innecesaria que podría obstaculizar su desarrollo. Si bien su actuación contra Francia fue brillante y deslumbró al mundo, el fútbol es mucho más que un partido aislado. Necesitamos ser cautelosos y permitir que Yamal crezca a su propio ritmo, sin imponerle expectativas desmesuradas que podrían ser contraproducentes. La historia del fútbol está repleta de promesas truncadas por la excesiva atención mediática y las comparaciones odiosas.
Más allá del talento individual, el debate sobre el Balón de Oro para Yamal revela una problemática más profunda en el fútbol actual: la obsesión por los premios individuales y la desvalorización del trabajo en equipo. Si el FC Barcelona no logra construir un proyecto sólido y competitivo a su alrededor, las aspiraciones de Yamal se verán seriamente comprometidas. La ausencia del Mundial de Clubes es un claro reflejo de las dificultades que atraviesa el club, y un recordatorio de que el éxito individual está intrínsecamente ligado al colectivo. En lugar de alimentar falsas esperanzas, deberíamos exigir al Barça una planificación estratégica a largo plazo que permita a Yamal desarrollar todo su potencial y, quizás entonces, hablar de Balones de Oro.
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