El auge de las redes sociales en los últimos años ha revolucionado no solo la forma en que nos comunicamos, sino también la manera en que los deportistas se relacionan con sus seguidores y monetizan sus carreras. Cada vez más, figuras del deporte de élite han descubierto que plataformas como YouTube, Instagram y, más recientemente, OnlyFans, ofrecen un negocio alternativo que puede superar sus ganancias tradicionales en el deporte.
Cristiano Ronaldo, uno de los atletas más seguidos del mundo, ha marcado un hito al alcanzar récords impresionantes en su canal de YouTube, donde combina su pasión por el fútbol con una conexión más personal con sus aficionados. Sin embargo, la tendencia se extiende más allá de los deportes tradicionales. Exfiguras de la UFC como Paige VanZant han hecho una transición espectacular hacia plataformas como OnlyFans, donde ha declarado haber ganado más dinero en este nuevo ámbito que durante toda su carrera en las artes marciales. Por otro lado, la ex piloto de carreras Renee Gracie ha revelado que su paso por OnlyFans le ha reportado más de seis millones de dólares en menos de dos años.
Estas cifras abren un nuevo horizonte para las deportistas, que han comenzado a explorar las oportunidades que les brinda esta plataforma. Alysha Newman, una destacada atleta olímpica, vio cómo sus seguidores aumentaron tras un video viral y ha mencionado que sus ingresos anuales gracias a OnlyFans superan el millón de euros. Esta realidad contradice la creencia popular de que el éxito deportivo es el único camino hacia la estabilidad financiera.
La decisión de muchas atletas de abrir cuentas en OnlyFans responde no solo a un deseo de diversificación de ingresos, sino también a la urgencia de aprovechar la visibilidad y el reconocimiento ganados a través de sus logros deportivos. En un entorno donde la equidad salarial en el deporte femenino sigue siendo un desafío, las redes sociales ofrecen una vía rápida y efectiva para aumentar su rentabilidad. El caso de Madelene Wright, que ha asegurado cerca de 700.000 euros gracias a su contenido en OnlyFans, ilustra cómo un número creciente de mujeres del deporte están encontrando en esta plataforma un medio para romper con las limitaciones económicas establecidas.
Sin embargo, este fenómeno también ha generado un debate en torno a la representación de las mujeres en el deporte y la presión que enfrentan para mantener una imagen pública acorde a sus elecciones laborales. El hecho de que algunas de estas deportistas opten por crear contenido más explícito podría ser visto a veces como una forma de empoderamiento, mientras que otros lo critican como una cosificación. En cualquier caso, la realidad es que estas plataformas están remodelando el paisaje deportivo y las discusiones sobre lo que significa ser una atleta en el siglo XXI.
A medida que las redes sociales continúan evolucionando, es probable que veamos un incremento en la participación de deportistas en plataformas como OnlyFans, junto con un continuo debate sobre las implicaciones éticas de esta tendencia. Con la capacidad de generar ingresos significativos y un alcance global, el camino laboral de las atletas está cambiando y reafirmando su lugar en el mundo deportivo. En esta nueva era, parecería que el éxito en el deporte cada vez va más allá de las medallas y los trofeos, abriendo debates sobre poder, autonomía y la monetización de la fama.
El fenómeno de la monetización a través de redes sociales está reconfigurando no solo la manera en que los deportistas generan ingresos, sino también cómo percibimos el éxito en el ámbito deportivo. Es indiscutible que esta transformación ha abierto oportunidades valiosas, especialmente para las mujeres en el deporte, quienes tradicionalmente han sido relegadas a una marginalidad económica. Sin embargo, el auge de plataformas como OnlyFans plantea un dilema ético que va más allá de la simple búsqueda de rentabilidad. La cosificación de las atletas y la presión por cumplir con estereotipos sexuales exacerbados podrían desdibujar la esencia de lo que significa ser una deportista. Si bien algunos argumentan que esta es una forma de empoderamiento, es fundamental cuestionar si esta supuesta libertad económica realmente significa una autonomía plena o si se traduce en una nueva forma de explotación del cuerpo femenino en un contexto que debería ser valorado por sus logros atléticos y no por su atractivo superficial.
A medida que este modelo de ingresos se afianza y se expande, es preciso considerar las implicaciones sociales y culturales que trae consigo. La dependencia de redes sociales para mantener la viabilidad económica en el deporte no solo refleja la precariedad del sistema actual, sino que también podría restar protagonismo a los méritos deportivos. Las atletas corren el riesgo de caer en la trampa de medir su éxito no solo en función de sus actuaciones en el campo, sino también en la cantidad de seguidores y ‘likes’ que logran acumular. Esta situación reclama un cambio de paradigma en el que la industria del deporte garantice un equilibrio entre la monetización de la visibilidad y el respeto por la habilidad y dedicación deportiva. Una solución podría ser la creación de plataformas alternativas que prioricen el talento, lo que permitiría a los deportistas diversificar sus ingresos sin comprometer su integridad o la percepción de su labor en el ámbito deportivo.
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