El deporte español tiene un nuevo héroe, uno que desafía la gravedad y las convenciones. Carlos Gimeno, el clavadista canario de 35 años, conquistó la medalla de plata en los Mundiales de Singapur 2025 en la disciplina de saltos de gran altura, un hito sin precedentes para nuestro país. La piscina singapurense fue testigo del ascenso meteórico de un atleta que, a base de coraje y una pizca de locura, ha escalado hasta la élite mundial.
Gimeno, con una determinación que quema como el sol de su Gran Canaria natal, se plantó en la plataforma de 27 metros con la serenidad de un veterano y la ambición de un novato. Desde el inicio de la competición, demostró que no había viajado hasta Asia para hacer turismo. Su impecable ejecución en los saltos obligatorios le situó codo a codo con el legendario Gary Hunt, presagiando una batalla épica por el oro.
La segunda ronda fue un recital de valentía y técnica. Un cuádruple mortal y medio atrás, coronado con una entrada al agua casi perfecta, le catapultó a una ventaja aparentemente insalvable. Con 310,50 puntos, Gimeno aventajaba a sus perseguidores en casi 25 puntos, una distancia sideral en una disciplina donde cada décima cuenta. Parecía que la gloria estaba al alcance de la mano, pero el high diving, como la vida misma, a veces reserva sorpresas amargas.
El último salto, el que debía sellar su coronación, no fue el esperado. La entrada al agua, penalizada con 114,80 puntos, desató un torbellino de emociones encontradas. La frustración era palpable en su rostro, la rabia contenida en sus palabras. El estadounidense James Lichtenstein, con un cierre espectacular, le arrebató el oro por tan solo 3,60 puntos. Una distancia irrisoria, un suspiro en el vacío.
La historia de Carlos Gimeno es una oda a la perseverancia. Un relato de superación personal que trasciende lo deportivo. Su financiación, inicialmente dependiente de OnlyFans, una plataforma donde compartía contenido exclusivamente deportivo, es un testimonio de su ingenio y su compromiso. Sin el apoyo institucional, Gimeno demostró que el talento, el esfuerzo y la visión pueden abrirse camino incluso en las circunstancias más adversas.
El camino hasta la plata mundialista no fue un lecho de rosas. Gimeno, formado como trabajador social, compaginaba sus estudios con entrenamientos improvisados en la piscina M86 de Madrid, saltando desde trampolines de 15 metros ante la falta de plataformas reglamentarias en España. Su pasado como gimnasta y saltador de trampolín le proporcionó una base sólida, pero fue su pasión por el high diving lo que le impulsó a desafiar los límites de lo posible.
Esta medalla de plata, la duodécima para España en estos Mundiales, es mucho más que un metal brillante. Es el símbolo de un deportista que se forjó a sí mismo, sin subvenciones ni atajos, con la única ambición de alcanzar sus sueños. Es la historia de un hombre que se lanzó al vacío para tocar el cielo, y aunque no alcanzó la cima, demostró que el vuelo, en sí mismo, es la mayor de las victorias.

La gesta de Carlos Gimeno en Singapur trasciende la mera anécdota deportiva, elevándose a un **crudo retrato de las prioridades de nuestra sociedad**. Celebrar su plata, un logro indudable fruto del tesón y la superación personal, mientras se ignora la precariedad que lo obligó a recurrir a plataformas como OnlyFans para financiar su carrera, resulta, cuanto menos, hipócrita. ¿Dónde estaban las federaciones, los patrocinios y el apoyo institucional cuando Gimeno necesitaba los recursos para entrenar en condiciones dignas? Su medalla, por tanto, debería servir como un espejo que refleje la miopía de un sistema que abandona a sus talentos hasta que estos, a base de puro coraje, logran el éxito.
Si bien la historia de Gimeno es inspiradora y su plata, meritoria, es imperativo evitar caer en el romanticismo exacerbado. **La épica del deportista «hecho a sí mismo» no debería servir como excusa para perpetuar la falta de inversión en el deporte minoritario**. Celebrar su ingenio para buscar financiación alternativa no justifica la ausencia de infraestructuras adecuadas ni el apoyo necesario para que otros atletas, igualmente talentosos, no se vean obligados a elegir entre su pasión y su sustento. La verdadera victoria no reside en la excepcionalidad de Gimeno, sino en la creación de un entorno donde su historia sea la norma y no la excepción.
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