Madrid se ha convertido en el epicentro de un terremoto futbolístico, y no, no hablamos de un nuevo ‘Galáctico’ en el Bernabéu. El epicentro se sitúa en el Metropolitano, donde el Atlético de Madrid, antaño símbolo de resistencia y garra, se está metamorfoseando en una máquina de gastar con una ambición desmedida. La filosofía del "partido a partido" parece diluirse en un mar de billetes, y la pregunta resuena en las gradas y en las tertulias: ¿es este el mismo Atleti que enamoró al mundo con su humildad y coraje?
La llegada de Álex Baena por 42 millones de euros es la última pincelada en un lienzo que ya desborda talento y, sobre todo, dinero. El centrocampista de Roquetas del Mar, codiciado por media Europa, aterriza en Madrid para apuntalar una medular que ya cuenta con nombres de primerísimo nivel. Pero Baena no llega solo. Matteo Ruggeri, joven promesa italiana para el lateral izquierdo, y Juan Musso, un portero de garantías para dar descanso a Oblak, completan un trío de fichajes que evidencian la nueva política del club: apostar fuerte, sin escatimar en gastos.
Pero la transformación no es repentina. Ya el pasado verano, el Atlético sacudió el mercado con la llegada de Julián Álvarez, un delantero contrastado con hambre de gol, y Conor Gallagher, un todoterreno que aporta equilibrio y músculo al centro del campo. A ellos se sumaron Robin Le Normand, un central sobrio y seguro, Alexander Sørloth, un delantero con olfato goleador, y Clément Lenglet, un defensa experimentado para apuntalar la zaga. Más de 250 millones de euros invertidos en una sola temporada, una cifra que pulveriza los registros históricos del club.
Con semejante despliegue de recursos, las exigencias se multiplican. Se acabó el discurso del perfil bajo, de la lucha por la Champions como un título. Ahora, Simeone tiene en sus manos una plantilla capaz de competir por todo, de plantar cara a los gigantes europeos y de pelear por la Liga hasta el último suspiro. Ya no hay excusas, ni atenuantes. El "Cholo" ha dejado de ser el guerrero que desafiaba a los poderosos con un ejército de gladiadores para convertirse en un general al mando de un ejército de estrellas.
Pero el Atlético no se conforma. El mercado sigue abierto, y el club trabaja en la llegada de Johnny Cardoso, un centrocampista estadounidense con proyección que reforzaría aún más la medular. Pero el gran objetivo, el sueño dorado, se encuentra en la defensa: Cuti Romero, central argentino del Tottenham y campeón del mundo, es el anhelo más ambicioso de la dirección deportiva. Las negociaciones son complejas, pero el Atlético está dispuesto a tirar la casa por la ventana para hacerse con los servicios de un central que aportaría jerarquía, contundencia y liderazgo a la zaga.
Si Cuti Romero aterriza en el Metropolitano, no habrá dudas: este Atlético ya no es el equipo del pueblo. Se ha convertido en un club de élite, un gigante económico dispuesto a todo para conquistar los títulos que tanto se le han resistido en los últimos años. La pregunta es si esta transformación, este cambio de filosofía, no acabará por diluir la esencia que hizo grande al Atlético de Madrid. Solo el tiempo lo dirá.
La metamorfosis del Atlético de Madrid, expuesta con crudeza en esta noticia, representa un dilema que va más allá del simple debate deportivo. ¿Puede un club mantener su identidad, su arraigo popular, cuando se transforma en un monstruo económico? La respuesta, temo, no es sencilla. Si bien la inversión millonaria garantiza una plantilla competitiva y la posibilidad real de disputar títulos, es innegable que se corre el riesgo de perder ese «algo» intangible que conectaba al equipo con una afición que se sentía identificada con el esfuerzo, la lucha y la superación de las adversidades. El «partido a partido» ya no suena a filosofía, sino a un eslogan publicitario más.
El despliegue financiero del Atlético, con la posible llegada de Cuti Romero como guinda, nos obliga a preguntarnos sobre el verdadero coste de la ambición. No hablo solo del precio de los fichajes, sino del precio que paga la afición. ¿Sentirán los seguidores que este nuevo Atleti, plagado de estrellas internacionales y alejado de la cantera, les sigue representando? La gestión del «Cholismo» en esta nueva era será crucial. Simeone deberá demostrar que es capaz de mantener la llama competitiva y el espíritu de lucha, incluso con un vestuario repleto de egos millonarios. De lo contrario, el Metropolitano podría convertirse en un teatro frío y distante, donde la pasión se ahogue en un mar de billetes.
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