La devastadora DANA que azotó Valencia a finales de octubre puso en jaque a miles de familias y desnudó la fragilidad de una comunidad que, sin embargo, ha respondido con una fuerza inusitada. Luis Sansom, responsable del sello discográfico Hidden Track, fue una de las muchas voces que se alzó en medio del desastre. Su inquietud personal sobre cómo podría ayudar se transformó rápidamente en una acción colectiva que ha tomado forma bajo el nombre de Som València. Esta iniciativa solidaria reunirá a más de 200 artistas, quienes ofrecerán actuaciones en diversas salas de toda España entre el 11 y el 13 de noviembre.
El arte, esa chispa que a menudo nos une en los momentos de crisis, se convierte en el vehículo ideal para canalizar la solidaridad. “Aquí no hay protagonismos, solo importa vender entradas para conseguir fondos”, dice Sansom, quien destaca que Som València ha sido posible gracias a unas redes sólidas en el mundo de la música. Este evento es un ejemplo palpable de cómo la comunidad artística, en tiempos difíciles, puede unirse y actuar para aliviar el sufrimiento de los demás. A partir del 7 de noviembre, las entradas estarán disponibles para el público, con precios que oscilan entre 15 y 20 euros, y toda la recaudación será destinada a la Fundació Horta Sud, una entidad que lleva más de cinco décadas trabajando por el tejido social y cultural de la región.
La rapidez con que se ha organizado este evento solidario es realmente admirable. En solo cuatro días, Sansom y Anna Romeu, directora de Primavera Labels, lograron movilizar a amigos y colegas de la industria. “Es una respuesta horizontal, sin jerarquías”, explica Mar Rojo, vicepresidenta de Mujeres de la Industria de la Música (MIM). Este enfoque colaborativo no solo ha permitido la movilización de recursos, sino que además ha mantenido el espíritu de la comunidad intacto, reflejando la esencia misma de la música independiente que representa a la mayoría de los artistas involucrados.
Sansom sabía que el éxito de Som València dependía de contar con los recursos adecuados desde el principio, y así fue como se establecieron conexiones con una tiquetera competente y espacios de actuación dispuestos a colaborar. Sin embargo, más allá de la logística, fue crucial elegir a la entidad beneficiaria. La elección de la Fundació Horta Sud no fue al azar; fue fruto de una investigación minuciosa y del deseo de colaborar con aquellos que realmente conocen la realidad del territorio afectado.
Artistas de renombre que ya tenían presentaciones programadas para las fechas del evento se han comprometido a donar sus ganancias, mientras que se habilitará una fila cero para quienes deseen contribuir sin asistir. Este gesto demuestra una solidaridad que va más allá de la música y notablemente une a un sector que, a menudo, se enfrenta a desafíos propios.
Som València no solo es un evento musical; es un llamado a la acción, una manifestación de amor y apoyo por aquellos que han sufrido las consecuencias de un desastre natural. Un esfuerzo colectivo que conecta a artistas, promotores y audiencias en un único propósito: transformar la tristeza en esperanza a través del arte, de la música y, sobre todo, de la solidaridad humana. En un mundo donde a menudo nos enfrentamos a la indiferencia, iniciativas como esta nos recuerdan que el sonido de la comunidad puede ser más fuerte que cualquier tragedia.
La iniciativa Som València ilustra de forma brillante cómo el arte puede convertirse en un bastión de solidaridad en tiempos de crisis. La rapidez y eficacia con la que artistas y promotores han reunido sus esfuerzos para apoyar a las víctimas de la DANA en Valencia es digna de reconocimiento. En un panorama donde las noticias suelen estar plagadas de divisiones y apáticas respuestas ante el sufrimiento ajeno, este evento no solo busca recaudar fondos, sino que se erige como un verdadero símbolo de la fortaleza comunitaria y el poder transformador que tiene la música. La elección de la Fundació Horta Sud como beneficiario subraya, además, la importancia de canalizar la ayuda a través de entidades que conocen y trabajan directamente con la realidad social del territorio afectado, lo que se traduce en una acción más efectiva y bien dirigida.
Sin embargo, este fenómeno también nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de nuestras comunidades ante desastres naturales. La necesidad de movilizar una respuesta organizada, como la que ha demostrado Som València, revela una verdad inquietante: estamos a merced de eventos que pueden cambiar nuestras vidas en un abrir y cerrar de ojos. La cultura, en todas sus formas, debería jugar un papel más central en la preparación ante posibles catástrofes. Al final, eventos como este son testimonio de que la unidad y la solidaridad pueden surgir en los momentos más oscuros. Ojala que esta colaboración entre el mundo artístico y la comunidad se convierta en un modelo a seguir, no solo ante desastres, sino también en la lucha diaria contra la indiferencia y el abandono social que muchas veces enfrenta nuestra sociedad.
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