El último informe ‘Vulnerabilidad de los barrios de Málaga’, elaborado por la Fundación Ciedes en colaboración con la Universidad de Málaga, ha traído consigo un soplo de optimismo para la ciudad. En su segunda edición, el estudio revela que Málaga ha reducido a la mitad el número de barrios considerados como más vulnerables, pasando de 8 a 4 en apenas tres años. Esta significativa disminución, que se acompaña de un aumento general en la renta media por hogar, sugiere un avance en la calidad de vida de muchos malagueños.
El análisis de la vulnerabilidad abarca un total de 306 barrios y 20 grandes barrios de la capital malagueña, dividiendo estos últimos en tres grupos según su grado de vulnerabilidad. En un contexto donde el 65% de los grandes barrios superan la media andaluza en renta neta (28.483€) y provincial (28.574€), el informe destaca que más de la mitad de estos barrios cuentan con una esperanza de vida superior a la media española de 83,10 años. Estas estadísticas no solo reflejan un cambio en la situación económica, sino que también apuntan a una tendencia hacia un mayor bienestar social.
Desde 2020 hasta 2023, el índice sintético de vulnerabilidad ha mostrado una notable mejora, disminuyendo de 0,555 a 0,528. Este descenso indica que la vulnerabilidad general de los barrios está en declive, y que se está produciendo una concentración de los grandes barrios en índices intermedios. Este fenómeno rompe con la histórica segregación espacial entre los barrios del este y del oeste de la ciudad, lo cual es un factor digno de destacar en la evolución social de Málaga.
El informe también pone de manifiesto que barrios como Teatinos, Litoral Oeste (Puerta Blanca- Finca el Pato), y Malagueta- Limonar se agrupan cada vez más en los niveles menos vulnerables. Sin embargo, el envejecimiento de la población y la creciente demanda asistencial evidencian la necesidad de atención especial en zonas que, en su momento, mostraron signos de mayor prosperidad, como es el caso de Puerta Blanca- Finca el Pato, que ha pasado del grupo A al B.
Interesantemente, las diferencias en esperanza de vida entre los barrios malagueños son también significativas, alcanzando hasta 9 años entre el barrio con mayor esperanza (Teatinos- Guadalhorce, con 87,25 años) y el menos favorecido (Suárez- Carlos Haya, con 78,37 años). Este rango pone de relieve no solo la disparidad económica sino también las distintas condiciones sociales que prevalecen en la ciudad.
El informe concluye subrayando que, a pesar de las mejoras, aún persisten barrios como Palma- Palmilla, La Luz- San Andrés y Trinidad, donde las condiciones de vida son más precarias. La necesidad de políticas públicas orientadas a una distribución equilibrada de recursos y apoyos es más urgente que nunca, señalando hacia un futuro donde la inclusión social y el acceso a servicios básicos sean garantías para todos los ciudadanos de Málaga.
Málaga ha comenzado a dibujar un nuevo lienzo social: menos vulnerabilidad, mayores oportunidades y un camino hacia la equidad que sigue siendo, sin duda, un objetivo a seguir en las próximas legislaturas.
A pesar de los datos alentadores presentados en el informe ‘Vulnerabilidad de los barrios de Málaga’, no podemos caer en el optimismo desmedido. La reducción del número de barrios vulnerables de 8 a 4 es, sin duda, un avance significativo; sin embargo, debemos mirar más allá de las cifras. La realidad que enfrentan aún muchos malagueños en zonas como Palma- Palmilla o La Luz- San Andrés evidencia que la brecha de desigualdad no se cierra con estadísticas. La esperanza de vida dispar entre los barrios, que alcanza 9 años de diferencia, es un recordatorio de que la calidad de vida no es homogénea y que persisten paradigmas de exclusión que requieren atención urgente y contundente.
Además, aunque la mejora en el índice de vulnerabilidad sugiere que estamos avanzando hacia un panorama más equitativo, la creciente demanda asistencial vinculada al envejecimiento de la población no debe ser ignorada. Este fenómeno señala que los esfuerzos por mejorar la calidad de vida deben ser acompañados de políticas públicas integrales que aborden las necesidades específicas de cada barrio y que promueva un verdadero acceso a servicios básicos. La administración local tiene la responsabilidad de garantizar que los avances no se conviertan en islas de prosperidad en un océano de precariedad. Solo así podremos trazar un futuro donde la inclusión social y el bienestar sean herramientas fundamentales en el desarrollo de Málaga.
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