El 23 de mayo de 1981, un suceso inusual mantuvo en vilo a la nación española durante más de 37 horas. Un grupo de 11 encapuchados llevó a cabo un asalto al Banco Central en Barcelona, exigiendo la liberación del teniente coronel Antonio Tejero, protagonista del fallido Golpe de Estado del 23-F. Este insólito episodio histórico, que más que un simple atraco se convirtió en un escenario de tensión política, ha sido recreado en la nueva miniserie de Netflix, titulada Asalto al Banco Central, que se estrena este viernes 8 de diciembre.
Dirigida por el talentoso Daniel Calparsoro, conocido por su obra cinematográfica centrada en el crimen y el thriller, la serie busca ir mucho más allá de la mera acción. En lugar de seguir el formato tradicional de un ‘cliffhanger’ típico de muchas series actuales, Calparsoro propone un enfoque narrativo que le confiere una estructura más cinematográfica y envolvente. “Mi objetivo era capturar la esencia de la época”, comenta el director, enfatizando cómo cada capítulo se entrelaza para ofrecer una visión más profunda de los personajes y su contexto histórico.
En este contexto, el protagonista central, apodado Número 1 y interpretado por Miguel Herrán, se muestra como un personaje complejo cuyo trasfondo despierta tanto repulsión como simpatía. A través de su historia y de las decisiones que toma durante el asalto, Calparsoro presenta un retrato íntimo de una España que lucha por dejar atrás el franquismo y adentrarse en un período de libertad y democracia. Herrán define a su personaje como “una persona hecha a sí misma” con una visión propia del mundo, donde la política y la ética se entrelazan de formas insospechadas.
Junto a él, las actuaciones de María Pedraza y Hovik Keuchkerian añaden capas de profundidad a la historia. Pedraza da vida a Maider, una periodista inexperta que se convierte en un hilo conductor entre los rehenes y los atracadores, mientras que Keuchkerian asume el papel de Berni, un fotógrafo desgastado por las tragedias personales. Juntos representan la lucha por la verdad en un escenario donde la vida y la muerte están en manos de quienes desafían el sistema.
Detrás de la acción frenética y el drama humano, Asalto al Banco Central se erige como una reflexión sobre el momento histórico que vivió España, donde la falta de fe en las instituciones y la amenaza del extremismo tanto de la izquierda como de la derecha amenazaban con quebrantar la frágil transición a la democracia. Con un guion que recoge testimonios reales y una interpretación conmovedora de los actores, la serie se convierte en un vínculo entre el pasado y un presente que aún se siente reflejado en los retos actuales del país.
Con una estética cuidadosamente lograda y una banda sonora que rememora la España de los años 80, la serie promete capturar la atención de nuevos y antiguos públicos. “Es una serie diseñada para todos,” asegura Calparsoro, subrayando la relevancia de los temas tratados que resuenan en la actualidad, como la amnistía y la corrupción. Asalto al Banco Central no solo narra un episodio concreto de la historia, sino que también plantea interrogantes que siguen vigentes: ¿Qué significa realmente la libertad? ¿Qué sacrificios se requieren para consolidarla?
Este viernes, la ficción de Netflix se convierte en un documento audiovisual que trasciende las pantallas, invitando al espectador a reflexionar sobre la historia de su país y dejarse absorber por la tensión de un asalto que fue mucho más relevante de lo que se podría haber imaginado. No se trata solo de entretenimiento, sino de un viaje a las entrañas de un momento crítico y decisivo, una chispa que encenderá la curiosidad del espectador sobre una historia que, aunque dista de ser perfecta, es indiscutiblemente fascinante.
La llegada de la miniserie Asalto al Banco Central a Netflix no solo representa un nuevo intento de adaptar la historia reciente de España a una audiencia más amplia, sino que también plantea interrogantes profundos sobre la forma en que narramos nuestro pasado. Convertir un momento tan delicado y significativo en un producto de entretenimiento conlleva el riesgo de trivializar los acontecimientos y las complejidades humanas involucradas. La tensión política de 1981, caracterizada por el enfrentamiento entre un sistema que trataba de consolidarse y un extremismo que amenazaba con descarrilarlo, merece un tratamiento más riguroso que el que a menudo se ofrece en el formato de la serie televisiva. La línea entre el arte de la recreación y el escarche del sufrimiento humano puede volverse peligrosamente difusa.
Sin embargo, el director Daniel Calparsoro parece estar consciente de esta misión y su compromiso de capturar la esencia de una España en transformación es loable. La ambición de crear un relato que combine la acción con una reflexión crítica sobre el pasado es, sin duda, una tarea complicada, pero no imposible. En un país que aún lidia con las consecuencias de una dictadura y la transición a la democracia, Asalto al Banco Central tiene el potencial de ser un catalizador para el diálogo sobre temas cruciales como la libertad y la corrupción. Pero, para que este esfuerzo no se quede en un mero espectáculo, será esencial que los espectadores se acerquen a la serie con una mentalidad crítica, listos para reflexionar no solo sobre lo que sucedió en el pasado, sino sobre cómo esos ecos resuenan en nuestra realidad actual.
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