El Centro de Investigaciones Médico Sanitarias (Cimes) de Málaga ha dado un salto cuántico en la investigación biomédica al convertirse en el primer centro en España en albergar un olfatómetro de última generación conectado a una resonancia magnética funcional de tres teslas. Este avance, gestionado por la Fundación General de la Universidad de Málaga, abre un abanico de posibilidades para desentrañar los misterios de enfermedades complejas como la obesidad, el deterioro cognitivo, el Alzheimer y el Parkinson. Imaginen la precisión de un laboratorio de aromas, donde cada inhalación se traduce en datos cerebrales, revelando las sutiles conexiones entre el olfato y nuestra salud.
La innovadora tecnología, importada directamente desde Estados Unidos, es la piedra angular del proyecto ‘Alteraciones del olfato y gusto en la obesidad como potenciales predictores de la pérdida de peso y su relación con redes cerebrales’ (PI23-01825), un ambicioso estudio financiado a nivel nacional y liderado por las investigadoras Carolina Gutiérrez Repiso y Natalia García Casares, ambas pertenecientes a Ibima Plataforma Bionand. El proyecto promete revolucionar nuestra comprensión de cómo el olfato influye en procesos tan vitales como el control del apetito, la función cerebral y la progresión de enfermedades neurodegenerativas. Se trata de una inversión en el futuro de la medicina, un paso adelante en la búsqueda de tratamientos más efectivos y personalizados.
Hasta ahora, la evaluación del sentido del olfato en la investigación se limitaba a métodos rudimentarios o indirectos, un desafío técnico que impedía obtener datos precisos y reproducibles. El olfatómetro del Cimes rompe con esta barrera, permitiendo medir la capacidad olfatoria de forma profesional y simultánea al registro de la actividad cerebral mediante resonancia funcional. «El gran valor de esta adquisición es que, por primera vez, podemos registrar lo que sucede en el cerebro mientras una persona recibe estímulos olfativos reales», explica Natalia García Casares. «Esto nos va a permitir avanzar en la comprensión de cómo se alteran estas redes en enfermedades como la obesidad o el Alzheimer». Piensen en la posibilidad de detectar el Alzheimer en sus primeras etapas, a través de un simple aroma, o de diseñar estrategias para combatir la obesidad basándose en la estimulación olfativa.
La pérdida de olfato, como se evidenció durante la pandemia de COVID-19, es un síntoma temprano de diversas enfermedades, incluyendo el Parkinson y el Alzheimer. En el contexto de la obesidad, recientes estudios sugieren que las alteraciones en el sentido del olfato podrían estar intrínsecamente ligadas a los mecanismos de control del apetito y al deterioro cognitivo. Con esta nueva herramienta, los investigadores malagueños se adentran en un territorio inexplorado, con la firme convicción de que el olfato es una ventana al cerebro, un sensor que puede alertarnos sobre el desarrollo de enfermedades y guiarnos hacia soluciones terapéuticas innovadoras. El futuro de la investigación biomédica, hoy, huele a Málaga.
La inversión en tecnología de punta como el olfatómetro conectado a una resonancia magnética funcional en el Cimes de Málaga es, sin duda, un avance que merece ser celebrado. Sin embargo, debemos evitar caer en la euforia acrítica ante la promesa de «revolucionar» nuestra comprensión de enfermedades complejas. La historia de la medicina está plagada de «hallazgos» espectaculares que, con el tiempo, resultaron ser mucho menos transformadores de lo esperado. Es crucial, por tanto, mantener una actitud de cautela y escepticismo saludable, especialmente ante la financiación pública que implica este proyecto. ¿Se han evaluado rigurosamente los costes-beneficios a largo plazo? ¿Se ha considerado la posibilidad de invertir en otras líneas de investigación potencialmente más prometedoras, aunque menos llamativas en el titular?
Más allá de la sofisticación del equipamiento, el verdadero desafío reside en la correcta interpretación de los datos que se obtengan. No basta con identificar patrones de actividad cerebral asociados a estímulos olfativos; es fundamental comprender los mecanismos causales subyacentes y traducirlos en intervenciones terapéuticas efectivas y accesibles. La investigación biomédica, a menudo, se centra excesivamente en la búsqueda de biomarcadores y soluciones tecnológicas, descuidando la importancia del contexto social y ambiental en la salud. Si esta inversión en el Cimes no va acompañada de un enfoque holístico y de una colaboración interdisciplinaria con otras áreas del conocimiento, corremos el riesgo de generar conocimiento valioso pero inconexo, incapaz de impactar positivamente en la calidad de vida de la población.
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