La 38 edición del Festival de Jazz de Málaga se alza como un punto de encuentro para los amantes de la buena música, un evento que promete hacer vibrar las paredes del emblemático Teatro Cervantes desde el 2 hasta el 9 de noviembre. Con un cartel que reúne a artistas de renombre mundial como Pat Metheny, Christian McBride y Egberto Gismonti, este festival se posiciona como uno de los más importantes del calendario cultural malagueño.
Un inicio vibrante estará marcado por el pianista Fred Hersch, quien, tras recibir reconocimiento en el mundo del jazz, se presenta con su nueva obra Silent, listening. Esta grabación destaca por su capacidad de capturar el silencio y la esencia introspectiva que rodea su música. No se trata solo de un recital; es una experiencia que llevará al público a un viaje sonoro a través de su visión personal del jazz, inspirado por artistas como el pintor Robert Rauschenberg.
El festival continuará con el legendario El Trío, que revivirá sus mágicos momentos en el escenario 25 años después de su primera grabación en Sevilla. Carles Benavent, Tino di Geraldo y Jorge Pardo prometen ofrecer un espectáculo nostálgico donde el jazz se entrelaza con la esencia del flamenco, demostrando que la fuerza de su música perdura a través del tiempo. Este encuentro será un homenaje a la fusión cultural que ha caracterizado a ambos géneros y a su capacidad para emocionar al público.
El evento también ofrecerá un espacio para las nuevas generaciones de músicos. El lunes 4 de noviembre, bajo el concepto de La edad de oro del jazz español, un elenco de jóvenes talentos tomará el escenario. Durante esta jornada se reflejará el potencial y la creatividad del jazz contemporáneo en Málaga, proporcionando a estos artistas emergentes una plataforma para exhibir su virtuosismo.
La aclamada pianista Eliane Elias regresa al escenario malagueño, repleta de carisma y virtuosismo, para presentarse con su quinteto, después del éxito rotundo en la edición de 2017. Su versatilidad musical, que va desde la música clásica hasta colaboraciones con grandes como Toquinho, asegura que los asistentes disfrutarán de un espectáculo inolvidable.
Por otro lado, el innovador Christian Scott aTunde Adjuah, conocido por su fusión de ritmos africanos y jazz contemporáneo, deleitará al público el miércoles 6 de noviembre. Con su inconfundible estilo y técnicas sonoras únicas, llevará a los espectadores a un viaje a través de su tierra natal, Nueva Orleans, y más allá.
El festival culminará con la actuación del enorme Pat Metheny, quien prometerá una noche mágica y personal. Con una guitarra en mano y más de una docena de instrumentos a su disposición, Metheny se mostrará como un auténtico maestro en el arte de la interpretación, presentando tanto sus clásicos como nuevos temas de sus próximos álbumes.
En definitiva, la 38 edición del Festival de Jazz de Málaga no solo se presenta como una serie de conciertos, sino como un acontecimiento que reafirma el compromiso de la ciudad con la cultura, la música y la creatividad. Las noches que se vivirán en el Teatro Cervantes del 2 al 9 de noviembre quedarán grabadas en la memoria de quienes se atrevan a dejarse llevar por el ritmo de uno de los géneros más apasionantes del arte musical contemporáneo.
El Festival de Jazz de Málaga emerge como un pulmón cultural en una ciudad donde la oferta artística se diluye ante el peso del turismo masivo. No sólo destaca por la calidad de sus artistas invitados, como Pat Metheny y Christian McBride, sino que también se atreve a incluir a nuevas promesas del jazz en un espacio que tradicionalmente ha estado dominado por nombres consagrados. Este enfoque no solo nutre la escena local, sino que también invita a la reflexión sobre la necesidad de dar visibilidad a talentos emergentes en lugar de relegarles a mera comparsa de figuras reconocidas. En tiempos donde la industria musical tiende a centrarse en lo ya establecido, este festival es un soplo de aire fresco que celebra la diversidad y la creatividad de un género en constante evolución.
Sin embargo, me inquieta la posibilidad de que eventos de este calibre queden en una experiencia elitista, accesible solo para un público acomodado que pueda permitirse el lujo de asistir a varias actuaciones. Aunque el compromiso de la ciudad con la cultura es elogiable, urge un esfuerzo adicional para que actividades como el Festival de Jazz sean verdaderamente inclusivas. Deberían explorarse estrategias que permitan a audiencias más amplias disfrutar de estos conciertos, ya que el arte debe ser un espacio de encuentro, no de exclusión. La música tiene un poder transformador que debe ser accesible para todos, y el festival tiene el potencial de ser un catalizador en esta dirección, promoviendo no solo el jazz, sino también la unión cultural de la comunidad malagueña.
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