Con la llegada de enero, el roscón de Reyes se convierte en un protagonista indiscutible en las mesas de muchas familias malagueñas. Este año, mientras la ciudad se llena de luces festivas y celebraciones, el dulce tradicional invita a la reflexión sobre el significado profundo de las tradiciones familiares. En Málaga, esta deliciosa masa circular no solo se degusta; también despierta pasiones y debates entre quienes defienden su receta ideal.
En el corazón de Málaga, la alegría de las fiestas se siente en una confitería emblemática, donde la dependienta comparte su satisfacción por las ventas récord de este año. “Desde principios de diciembre, la demanda ha sido impresionante”, comenta. “Los malagueños vienen buscando tanto el roscón clásico como las versiones modernas, pero la nata sigue siendo la reina indiscutible.” Y es que, en un mundo que parece estar en constante cambio, las recetas familiares y los sabores conocidos parecen proporcionar un sentido de estabilidad y conexión a la cultura local.
A pesar de la popularidad de los rellenos innovadores, tales como chocolate o crema de pistacho, los malagueños se dividen en dos campos: los tradicionalistas que abogan por el roscón sin más que el toque de la nata, y los aventureros que buscan probar combinaciones más atrevidas. “Hemos tenido roscón de frambuesa y hasta de turrón”, revela un cliente habitual, que no duda en expresar su entusiasmo por las innovaciones, aunque reconoce que “el clásico siempre tendrá un lugar en mi corazón”.
La familia malagueña también juega un papel fundamental en la tradición del roscón. Habitualmente, el día seis de enero se convierte en un momento de reencuentro, donde cada miembro de la familia aporta su opinión sobre el mejor tipo de roscón. “Siempre discutimos sobre la fruta escarchada. Mientras que a mis abuelos les encanta, mis hijos la evitan por completo”, confiesa una madre, riendo mientras recuerda las diferencias de paladar que surgen en torno a la mesa. “Para nosotros, el roscón no es solo un postre, es un momento para compartir risas y crear recuerdos.”
Más allá de la elección de la fruta, la tradición del haba también genera debate. Este año, algunas familias han optado por introducir sorpresas divertidas en lugar del tradicional haba, creando un ambiente competitivo y festivo. “En lugar de solo un roscón, hacemos varios y el que encuentra el haba se lleva un pequeño premio”, añade un padre que busca nuevas formas de mantener viva la tradición para sus hijos.
A pesar de las diferencias en gustos y preferencias, el roscón de Reyes se reafirma como un símbolo de unión en cada hogar malagueño. Las risas al encontrar la figura del rey, los momentos de nerviosismo por saber quién será el afortunado con el haba, y el simple placer de compartir un buen dulce se entrelazan con las historias que cada familia cuenta al pasar de los años. Con cada bocado, se celebra una tradición que va más allá del sabor; se celebra la identidad cultural de una Málaga que vibra con la riqueza de su herencia y la diversidad de sus sabores.
El roscón de Reyes no solo es un postre que se consume con fervor en Málaga, sino un auténtico vínculo cultural que conecta generaciones y propicia momentos de cohesión familiar. Sin embargo, esta celebración, que debería ser un símbolo de unión, a menudo se convierte en un campo de batalla culinario donde se dibujan divisiones entre tradicionalistas y modernos. Si bien es cierto que el sabor del roscón evoluciona, es fundamental que no perdamos de vista la esencia de las tradiciones que nos han sido legadas. La búsqueda de innovaciones, aunque necesaria en un mundo donde el cambio es constante, no debe eclipsar el valor de la colectividad que se crea en torno a este dulce tan característico. La riqueza cultural de Málaga debe apreciarse en su diversidad, pero también en su capacidad para mantener vivas esas costumbres que nos definen.
Es verdaderamente alentador observar cómo el roscón se convierte en un espacio de hilaridad y debate familiar. Sin embargo, es inquietante que la nueva generación se vea relegada a una simple disputa sobre la fruta escarchada o el haba. A veces, parece que la esencia de lo que representa esta tradición se diluye en la búsqueda de la novedad, desvirtuando su significado profundo. Estamos frente a la oportunidad de reimaginar las tradiciones sin perder su esencia. Adaptar la forma en que celebramos el roscón, enriqueciéndolo con significados que abarquen tanto las raíces como los nuevos matices que surgen de cada mesa, puede ser el paso necesario para garantizar que este símbolo de identidad cultural no solo perdure, sino que también se mantenga relevante en una Málaga que, por fortuna, sigue vibrando con su herencia y diversidad culinaria.
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