La provincia de Málaga amanece con la consternación de un nuevo asesinato machista, esta vez en la turística localidad de Marbella. La víctima, cuya identidad no ha sido revelada, fue asesinada a manos de su pareja, sumiendo a sus familiares y amigos en un dolor inenarrable. El suceso ha provocado una ola de indignación y renovado la urgencia de intensificar la lucha contra esta lacra social.
Patricia Navarro, delegada del Gobierno andaluz en Málaga, encabezó un emotivo minuto de silencio en las puertas de la institución, un gesto que simboliza el compromiso de las autoridades con la erradicación de la violencia de género. «Desgraciadamente, tenemos que convocar otro triste minuto de silencio por una nueva víctima de violencia de género», lamentó Navarro, expresando sus condolencias a los seres queridos de la fallecida y ofreciendo el apoyo del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) a los familiares.
En un discurso cargado de emotividad, la delegada Navarro hizo un llamado a la acción a los entornos más cercanos de las víctimas, instándolos a romper el silencio y denunciar cualquier sospecha de maltrato. «Hay muchas víctimas silenciosas en Málaga, en Andalucía. Si la víctima siente miedo, que sea su entorno quien se dirija a nuestro teléfono gratuito al 900-200-999», exhortó Navarro, subrayando la importancia de la prevención y la detección temprana de situaciones de riesgo.
La noticia llega en un momento especialmente sensible, con las estadísticas de violencia de género mostrando un panorama desolador. En lo que va de año, Málaga ha registrado dos víctimas mortales, elevando la cifra a cuatro en Andalucía y trece a nivel nacional. «Detrás de los números tenemos a mujeres que pierden la vida, a niños y niñas que quedan huérfanas y a familias que quedan absolutamente destrozadas», sentenció Navarro, enfatizando la necesidad de focalizar los esfuerzos en apoyar a las víctimas y sus familias.
Sin embargo, en medio de la tragedia, Navarro destacó un caso reciente en la comarca de Antequera que ofrece un atisbo de esperanza. Gracias a la valentía de una mujer, Mónica, y a la coordinación entre la Junta de Andalucía y la Subdelegación del Gobierno, se ha logrado encarcelar a un agresor reincidente que amenazaba su vida. «Mónica no ha cejado en el empeño de que todo el mundo supiera las penalidades por las que estaba pasando, y gracias a ello se ha podido reaccionar y, posiblemente, estemos hablando de una vida que, entre todos, hemos podido salvar», celebró Navarro. Este caso sirve como ejemplo de la importancia de la denuncia y la colaboración institucional para proteger a las víctimas de violencia de género.
El enésimo asesinato machista en Marbella nos golpea como una bofetada, un recordatorio brutal de que la lucha contra la violencia de género sigue siendo una batalla cuesta arriba y, lamentablemente, con demasiadas bajas. Si bien los minutos de silencio y las declaraciones de compromiso son necesarios para visibilizar el problema, **es imperativo trascender la mera retórica y demandar medidas concretas y efectivas que aborden las raíces profundas de esta lacra**. ¿Dónde está la inversión real en educación para la igualdad desde la infancia? ¿Por qué los recursos destinados a la protección de las víctimas son aún insuficientes y, a menudo, burocráticos, impidiendo una respuesta ágil y contundente? La denuncia es vital, sí, pero ¿qué garantías reales se ofrecen a las mujeres que se atreven a romper el silencio, más allá de un teléfono de asistencia que, por útil que sea, no puede ser el único baluarte ante la amenaza?
El caso de Mónica, presentado como un «rayo de esperanza», resulta a la vez inspirador y tremendamente revelador. Que se celebre la encarcelación de un agresor reincidente gracias a la valentía de una víctima y la coordinación institucional pone en evidencia, por contraste, la ineficacia del sistema en tantos otros casos. **¿Cuántas Mónicas no tienen la fuerza, el apoyo o la suerte de ser escuchadas a tiempo?** Es crucial analizar en profundidad por qué el sistema falla, por qué las denuncias a menudo no conducen a la protección efectiva, y por qué se permite que agresores reincidentes sigan sembrando el terror. La complacencia no es una opción. Se necesitan protocolos más rigurosos, una formación especializada para todos los agentes implicados y, sobre todo, un cambio cultural profundo que desmonte los pilares del machismo que siguen sustentando esta violencia devastadora. Málaga, y Andalucía, merecen una respuesta mucho más ambiciosa y decidida ante esta emergencia social.
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