El pasado 26 de agosto de 2024, un terremoto de 5,3 grados de magnitud registrado en aguas del Atlántico, al sur de Lisboa, hizo sentir su poderoso temblor en varios municipios andaluces, desatando la inquietud entre la población. Este fenómeno, catalogado como el más fuerte en la Península Ibérica durante el año, ha sido analizado recientemente por el Instituto Geográfico Nacional (IGN), que ha compartido sus conclusiones sobre la sismicidad en la región durante 2024.
Según el resumen del IGN, durante el año se contabilizaron un total de 6.824 terremotos, aunque solo 221 fueron perceptibles para la población, destacando la fuerza singular del evento de agosto. Los efectos se sintieron especialmente en la provincia de Huelva, donde localidades cercanas a la frontera portuguesa como Jabugo, Aroche y Lepe, experimentaron intensidades de hasta grado III. Otras provincias, como Cádiz y Sevilla, también reportaron temblores de menor intensidad y muchas personas sintieron la sacudida de levedad en Málaga, Granada y Jaén.
El evento sísmico provocó más de 15 llamadas al servicio unificado de emergencias 112 de Andalucía, con ciudadanos reportando el temblor y buscando información sobre la seguridad. A pesar de la intensidad del movimiento sísmico, el geólogo Francisco Alonso Chaves tranquilizó a la población, aclarando que no había riesgo de tsunami y que este fenómeno era parte del comportamiento natural de la placa Ibérica.
Este terremoto, el más fuerte en Portugal desde 1969, se encontraba situado en un área inusual para la actividad sísmica, específicamente en una posición intraplacas. Esto llevó a los expertos a reflexionar sobre el cambio en los patrones geológicos que podrían estar en juego. Alonso Chaves enfatizó que «la energía liberada fue equivalente a la de un ensayo nuclear», lo que añade un nivel de preocupación sobre las implicaciones geológicas y la preparación ante eventos futuros.
La memoria colectiva de 2024 en Andalucía se verá influenciada por este suceso, que pone de manifiesto la necesidad de un sustancial aumento en la conciencia y preparación frente a emergencias sísmicas. La comunidad científica y las autoridades locales han comenzado a planear un programa de sensibilización para educar a la población sobre cómo reaccionar en caso de un futuro terremoto, así como la importancia de contar con planes de emergencia.
Los datos del IGN reflejan una realidad inquebrantable: la sismicidad es una constante en la historia geológica de Andalucía. Con el objetivo de minimizar el impacto de futuros sismos, el diseño y actualización de infraestructuras más seguras será necesario. Valladolid y Almería son solo algunos de los ejemplos donde se están implementando nuevas normativas de construcción que buscan mejorar la resistencia de edificios ante movimientos telúricos.
Por lo tanto, lo ocurrido en agosto de 2024 no sólo resaltó la vulnerabilidad de la región ante estos fenómenos naturales, sino que también destacó la necesidad urgente de una revisión profunda de los protocolos de seguridad, así como de la preparación de los andaluces ante eventuales sacudidas de la tierra que, aunque raras, pueden tener consecuencias severas.
El sismo de 5,3 grados registrado en el Atlántico ha encendido las alarmas en una región que, aunque acostumbrada a vivir con la sismicidad, parece haber subestimado la seriedad de estos fenómenos. La *falta de educación* y preparación ante emergencias sísmicas continúa siendo un vacío notable en las políticas públicas andaluzas. La reacción inicial de la población, que se tradujo en múltiples llamadas al servicio de emergencias, no sólo evidencia el miedo reinante, sino también una notable *desinformación* sobre cómo actuar en tales situaciones. Es imperativo que este evento sirva como un punto de inflexión para abordar la *sensibilización* y formación de la ciudadanía en relación a la sismicidad, ya que las conductas adecuadas pueden resultar determinantes ante futuros sismos que no siempre serán predictibles en su intensidad o localización.
Asimismo, la respuesta de la comunidad científica y de las autoridades al resaltar la necesidad de *revisión de protocolos de seguridad* y actualizaciones en las normativas de construcción es un avance alentador, pero es crucial que no se trate solo de declaraciones o proyectos sobre el papel. La planificación debe ir acompañada por la *inversión real* en infraestructura y educación, así como por el fomento de la *resiliencia* en la población. Andalucía no puede permitirse que un sismo sea solo un recordatorio de su vulnerabilidad; debe transformar esa inquietud en acción efectiva. Ante un escenario geológico cambiante, se requiere un compromiso colectivo para aprender del pasado y prepararse de forma adecuada para el futuro, garantizando así la seguridad de sus ciudadanos frente a la inevitable actividad sísmica que caracteriza la región.
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