El último Barómetro de la Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces (CENTRA) ha dejado atónitos a los analistas políticos con sus pronósticos. La formación ultraderechista “Se Acabó la Fiesta” (SALF), liderada por el controvertido Alvise Pérez, se posiciona entre 0 y dos escaños en un posible escenario electoral, una noticia que exacerba las tensiones en el actual panorama político andaluz. Este partido, que ha logrado captar la atención mediática gracias a su naturaleza provocadora y su estrategia basada en redes sociales, podría convertirse en una nueva fuerza legislativa en Andalucía.
El presidente autonómico, Juan Manuel Moreno, parece tener motivos para sonreír, ya que el Partido Popular (PP) se mantiene firme como la opción más elegida por los andaluces, con una estimación que fluctúa entre 57 y 59 escaños. Sin embargo, a medida que los sondeos indican un descenso en el apoyo al PSOE, que podría quedar entre 26 y 27 escaños, el ascenso de “Se Acabó la Fiesta” se presenta como un fenómeno inesperado, lo que fuerza a los partidos tradicionales a replantearse sus estrategias.
A pesar de su breve trayectoria política, SALF ya ha cosechado un considerable número de apoyos, reuniendo un 3,7% de los votos en la encuesta. Este éxito es producto no solo de la notoriedad de su líder, quien ya cuenta con experiencia en el Parlamento Europeo, sino también de un contexto social donde la insatisfacción con el estado actual de las instituciones se agrava. De hecho, uno de cada tres andaluces encuestados identifican la corrupción y la desconfianza como sus principales inquietudes, lo que podría explicar el atractivo que encuentra una parte de la población en propuestas radicales.
Sin embargo, el camino de Pérez no ha sido del todo sencillo. En los últimos meses, el líder de SALF ha estado en el ojo del huracán por temas judiciales, incluyendo una intervención de la Fiscalía Anticorrupción que pide su imputación por presunta financiación ilegal. A pesar de las controversias, su presencia en el debate público sigue creciendo, con un porcentaje significativo de la población que parece buscar alternativas a las opciones tradicionales.
Las opiniones sobre la capacidad de SALF para abordar los principales problemas andaluces —como el paro y la sanidad— son, sin embargo, tibias. Solo un 0,5% de los entrevistados considera que el partido de Alvise podría plantear soluciones efectivas, lo que pone de relieve la brecha entre el impacto mediático y la confianza real de los ciudadanos en su propuesta. A medida que se acercan las elecciones, los partidos establecidos tendrán que monitorizar la evolución de estos números, pues el surgimiento de formaciones como SALF podría marcar un antes y un después en el mapa político andaluz.
Este nuevo Barómetro, el décimo desde las últimas elecciones autonómicas, no solo refleja el pulso de la opinión pública, sino que también nos invita a reflexionar sobre el futuro de la política en Andalucía, un territorio donde la incertidumbre parece ser la nueva constante. Con el telón de fondo de un electorado inquieto y en búsqueda de alternativas, las próximas semanas prometen ser cruciales para todos los actores del ámbito político.
La irrupción de “Se Acabó la Fiesta” (SALF) en el escenario electoral andaluz es un síntoma alarmante de la creciente polarización y descontento en nuestra sociedad. La formación, aún en sus primeras etapas, ha logrado capturar la atención de un electorado frustrado por la corrupción y la desconfianza hacia las instituciones. Sin embargo, resulta preocupante que, a pesar de un entorno propicio, las expectativas sobre su capacidad para abordar problemáticas graves como el paro y la sanidad sean tan reducidas. Es un reflejo de cómo el sensacionalismo a menudo puede superar la racionalidad en la política, llevando a los ciudadanos a apoyar propuestas que, a la postre, podrían no ofrecer soluciones efectivas a los problemas que realmente les afectan.
Además, la figura de Alvise Pérez y su liderazgo en SALF nos confrontan con la realidad de que el contexto actual puede favorecer el ascenso de partidos ultraderechistas que, a golpe de provocación y estrategias en redes sociales, pueden captar votos en un clima de incertidumbre. Sin embargo, hay que subrayar que la falta de confianza en sus propuestas concretas provoca una brecha peligrosa entre la percepción mediática y el respaldo genuino del electorado. La política andaluza se encuentra en un cruce de caminos, donde los partidos tradicionales deben replantearse no solo sus estrategias, sino la esencia misma de su relación con los ciudadanos que claman por alternativas reales a un panorama que parece desdibujarse ante sus ojos. En este sentido, la próxima elección será un verdadero termómetro de la salud democrática en Andalucía.
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