Carlos Herrera, la voz inconfundible del periodismo español, ha descorrido el telón de su particular guía gastronómica por Cádiz, revelando los rincones donde el paladar encuentra la felicidad. No se trata de una lista exhaustiva, aclara, sino de aquellos lugares que, por una razón u otra, han conquistado su corazón y su estómago. En sus "peregrinajes continuos" por España, Herrera ha sabido apreciar la autenticidad y el sabor genuino de cada territorio, y en Cádiz, ha encontrado verdaderos tesoros culinarios.
El periplo gustativo propuesto por Herrera comienza en el corazón del barrio de la Viña, en Casa Manteca, un reducto de gaditanismo puro donde se respira flamenco, carnaval y toros. Más allá del ambiente vibrante, Herrera destaca la calidad de la chacina, el buen vino y, sobre todo, las patatas fritas "de El Corralón", que califica como "de las mejores de España". A escasos metros, en la calle San Félix, se encuentra El Albero, una taberna tradicional donde José, su dueño, es un maestro en el arte de trabajar las anchoas. "Un tío simpático", dice Herrera, que invita a visitar su casa y degustar los platos típicos andaluces. No muy lejos, en la misma calle, se alza El Faro, un "gran restaurante" con una "magnífica barra y un no menos prodigioso restaurante". Para Herrera, una visita a Cádiz no está completa sin pasar por la casa de Gonzalo Córdoba, donde los fritos, los guisos marineros y los mariscos son una auténtica delicia.
Para cerrar su ruta de sabores, Carlos Herrera nos lleva hasta la Playa de la Victoria, en Puerta Tierra, donde se encuentra el restaurante Doña Pepa, aunque nadie lo conoce por ese nombre. "Mejor pregunte por ‘El gitano rubio’", aconseja el periodista. Antonio, el dueño, se precia de tener "el mejor material" de todo Cádiz, "o del mundo", puntualiza Herrera. Cigalas y langostinos que, aunque no sean baratos, valen cada céntimo. Pero el verdadero secreto de Doña Pepa reside en su cocina, donde su madre, una gitana que guisa como pocas, hace magia con los productos del mar. Sin duda, un lugar para dejarse sorprender y disfrutar de la auténtica cocina gaditana.
Con esta selección, Carlos Herrera nos invita a descubrir Cádiz a través de sus sabores, a perdernos por sus calles y a disfrutar de la hospitalidad de sus gentes. Una ruta para paladares exigentes que buscan la autenticidad y la calidad en cada bocado.
La enésima lista de restaurantes recomendados por una celebridad, en este caso Carlos Herrera, suele adolecer del mismo pecado: **la falta de un criterio gastronómico realmente discernible**. Aplaudo, no obstante, que se reivindique la autenticidad de Casa Manteca o la maestría con la anchoa de El Albero; lugares que, afortunadamente, resisten el embate del turismo masivo y conservan su esencia. Sin embargo, me pregunto si esta «guía» contribuye a algo más que a engordar las arcas de unos pocos locales ya de por sí populares, mientras otros establecimientos igualmente meritorios, pero menos apadrinados por el star system, luchan por sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo.
Más allá de las buenas intenciones, el artículo patina al elevar a la categoría de «secreto mejor guardado» un lugar como «Doña Pepa», conocido, según el propio texto, como «El gitano rubio». **Este tipo de exotización, aunque aparentemente inofensiva, perpetúa clichés y reduce la riqueza de la cocina gaditana a un mero folclore**. Sería más útil, en mi opinión, profundizar en las razones por las que estos lugares concretos destacan, analizando la calidad de la materia prima, las técnicas culinarias empleadas y la innovación (o la falta de ella) en sus propuestas. De lo contrario, nos quedamos en la anécdota y la recomendación vacía, un mero ejercicio de promoción disfrazado de periodismo gastronómico.
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