Este domingo, el Teatro Falla se convirtió en el escenario de una intensa controversia durante la actuación de la chirigota Abre los ojos, que pretendía llevar al carnaval un repertorio cargado de mensajes negacionistas sobre el cambio climático y las vacunas. La respuesta del público fue unánime y contundente: abucheos, cánticos de rechazo y gritos refrendaban el descontento generalizado que generó la actuación, marcada por la insistencia del grupo en cuestionar verdades consolidadas.
Desde el momento en que la chirigota tomó posesión del escenario, el ambiente se tornó hostil. Los asistentes al COAC empezaron a manifestar su desaprobación con gritos como «Fuera del Falla» y «Baja el telón», mientras la agrupación intentaba, a pesar de las adversidades, presentar su repertorio completo. La presentación, que demandaba una mezcla de calidad interpretativa, musical y escénica, no logró convencer al público, que ya desde el inicio consideraba que la propuesta no estaba a la altura del certamen.
A pesar de contar con la letra y música de Catalina Balber Muñoz y Antonio Jesús Martín Mateo, los intentos de la chirigota por comunicar sus mensajes a través de letras y proyecciones quedaron eclipsados por el clamor del público, que se tornó cada vez más ruidoso, dificultando la escucha de su repertorio. Mientras los espectadores escandalizaban el ambiente, la chirigota se esforzó en un intento de mantener la calma, pero la presión era palpable.
Post actuación, la directora de la chirigota, Katy Balber, no ocultó su frustración, acusando al público y a la organización de haber llevado a cabo un “boicot” contra su grupo. En un discurso apasionado, Balber afirmó que su presentación había sido objeto de un ataque a la libertad de expresión, reivindicando su derecho a desafiar las narrativas oficiales. Sin embargo, reconoció que la calidad musical y vocal no había sido suficiente, ya que un inesperado cambio de componentes les dejó en una situación desfavorable en los días previos al certamen.
Los efectos del rechazo se sintieron no solo en el escenario, sino fuera de él. Uno de los guitarristas abandonó la actuación prematuramente, mientras que la miembro más joven del grupo, visiblemente afectada por la tensa situación, rompió a llorar al terminar su actuación. No solo la chirigota sufrió un claro revés artístico, sino que también se enfrentó al juicio público de miles de espectadores que no dudaron en expresar su descontento hasta el final, abucheando al grupo a su salida del teatro, subrayando la cruda realidad que a veces acompaña a la libertad creativa.
La reciente actuación de la chirigota «Abre los ojos» en el COAC 2025 ha puesto de manifiesto la creciente tensión entre la libertad de expresión y la responsabilidad social en el mundo del arte. Si bien la sátira y el humor han sido históricamente herramientas poderosas para cuestionar y criticar, la insistencia de esta agrupación en propagar mensajes negacionistas sobre el cambio climático y las vacunas no solo olvidó el carácter festivo del carnaval, sino que también resultó perjudicial. La reacción visceral del público, que incluyó abucheos y gritos de «Fuera del Falla», evidencia una repulsa a lo que se percibe como un ataque a consensos científicos fundamentales y a un contexto global marcado por la emergencia climática. En consecuencia, la chirigota no solo falló en conectar con su audiencia, sino que además activó eficaces defensas colectivas de una sociedad que busca salvaguardar las verdades científicas en un panorama de información cada vez más polarizada.
La defensa apasionada de la directora, Katy Balber, al hablar de «boicot» y «ataques a la libertad de expresión» revela una notable desconexión con el público y las dinámicas de su tiempo. Si bien la libertad creativa debe ser defendida, es crítico considerando el contexto y las sensibilidades actuales. Las propuestas que desafían las narrativas dominantes deben basarse en el respeto y la construcción de un discurso que invite a la reflexión, en vez de alienar. La actuación de «Abre los ojos» nos confronta a una realidad inquietante: la risa y la provocación son herramientas poderosas, pero cuando se usan para promover desinformación, corren el riesgo de convertirse en un eco vacío que solo polariza. En lugar de cuestionar lo indiscutible, el carnaval debería ser un espacio donde se fomente el diálogo y la comprensión, recordándonos que el verdadero arte trasciende la mera provocación para contribuir de manera positiva a la sociedad.
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