Málaga, 8 de octubre de 2025 – Una tormenta perfecta de indignación ciudadana y errores de gestión ha sacudido los cimientos del gobierno andaluz. La consejera de Salud, Rocío Hernández, ha presentado su dimisión irrevocable en el día de hoy, aceptada de inmediato por el presidente de la Junta, Juanma Moreno. La decisión, calificada por analistas políticos como «inevitable», llega tras semanas de creciente presión pública a raíz de los fallos detectados en el programa de cribado de cáncer de mama, una crisis que ha dejado a miles de mujeres en una angustiosa espera.
La dimisión se produce en un contexto de creciente descontento social, palpable en las multitudinarias manifestaciones que han recorrido las calles de Andalucía en los últimos días. El epicentro de la controversia reside en la tardía detección de irregularidades en el sistema de seguimiento de las pruebas de detección precoz. A pesar de los esfuerzos por contener la crisis, incluyendo una inyección de 12 millones de euros y cambios en los protocolos, la percepción de falta de transparencia y la sensación de abandono por parte de las afectadas han resultado demoledoras.
En una comparecencia urgente desde el Palacio de San Telmo, el presidente Moreno ha reconocido la gravedad de la situación y ha anunciado una «profunda reestructuración» del sistema sanitario andaluz. «Somos conscientes de la magnitud del problema y no vamos a mirar hacia otro lado«, declaró Moreno visiblemente afectado. «Auditaré, investigaré y cambiaré todo lo que sea necesario para garantizar la seguridad y la confianza de las mujeres andaluzas en nuestro sistema de salud».
El presidente andaluz también elogió la trayectoria de la ex consejera, resaltando su «honestidad y entrega» al servicio público, aunque reconoció que la situación era «insostenible». La promesa de una auditoría exhaustiva y una reforma integral del sistema sanitario se vislumbra como un intento de recuperar la confianza ciudadana y evitar que este escándalo marque un punto de inflexión en la legislatura. La incertidumbre ahora reside en quién será el nuevo consejero o consejera de Salud y cómo abordará esta crisis sin precedentes. La lupa está puesta en San Telmo, y la sociedad andaluza exige respuestas.
La dimisión de la Consejera de Salud, Rocío Hernández, es mucho más que un simple acto de responsabilidad política; es el síntoma de una enfermedad sistémica que afecta a la sanidad andaluza. Celebrar esta salida como un triunfo es ingenuo, porque el problema reside en una estructura burocrática y una gestión deficiente que han permitido que miles de mujeres sean víctimas de un fallo imperdonable. La «profunda reestructuración» anunciada por el presidente Moreno suena a parche temporal, un intento desesperado de contener la hemorragia en lugar de abordar la causa raíz del problema: la falta de inversión real, la precarización de los profesionales sanitarios y una alarmante desconexión entre la administración y las necesidades de los ciudadanos.
El elogio del presidente hacia la «honestidad y entrega» de la ex Consejera resulta, como mínimo, hipócrita. No se trata de buenas intenciones, sino de resultados. La salud pública no puede ser rehén de discursos grandilocuentes ni de cortinas de humo. La sociedad andaluza, con razón, exige transparencia, eficiencia y, sobre todo, respeto. La auditoría anunciada debe ser implacable, pero no debe limitarse a buscar culpables individuales. Es necesario un análisis profundo de los protocolos, la asignación de recursos y la comunicación con los pacientes. De lo contrario, estaremos condenados a repetir esta tragedia, con nombres diferentes, pero con las mismas consecuencias devastadoras para la salud y la confianza de los andaluces.
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