La sanidad andaluza se enfrenta a un otoño convulso. Diez días después de que saltaran las alarmas por los fallos en el sistema de cribado del cáncer de mama, el Gobierno andaluz ha cerrado la revisión de los 2.000 expedientes afectados. Aunque el alivio es palpable al constatar que ninguna paciente con diagnóstico no concluyente ha fallecido a causa de los retrasos, la crisis ha dejado una profunda cicatriz y la necesidad urgente de un nuevo rumbo.
El consejero de Presidencia, Antonio Sanz, asume temporalmente las riendas de la Consejería de Salud tras la dimisión de Rocío Hernández. En una declaración que resuena en los pasillos de San Telmo, Sanz admitió la búsqueda de un líder que sea «consciente de las dificultades, capaz de generar equipo y que se vuelque» en la tarea. La sombra del «supermán» planea sobre la Consejería, pero Sanz insiste: el éxito reside en la colaboración con los profesionales y sus representantes. El Consejo Andaluz de Colegios de Médicos, tras 14 meses de silencio, celebra que por fin se les escuche.
Si bien el foco inicial se ha puesto en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde se concentró el grueso del atasco, la Junta de Andalucía no descarta que problemas similares, aunque de menor escala, puedan estar latentes en otros centros. El análisis revela que la falta de plazos máximos en el protocolo para atender a pacientes con diagnósticos no concluyentes generó disparidades en la atención. Mientras que en hospitales como el de Córdoba la citación para las pruebas de seguimiento era ágil, en el Virgen del Rocío se demoraba meses, incluso un año.
Esta crisis ha actuado como un catalizador para revisar a fondo todos los cribados de cáncer, con especial atención al de colon, que afecta a más de 300.000 andaluces. La Junta planea un refuerzo «permanente» de la plantilla de radiólogos con 60 profesionales más, un desafío mayúsculo ante la dificultad de encontrar candidatos dispuestos a cubrir las plazas. La primera llamada del Virgen del Rocío, según fuentes sindicales, ha sido un fracaso.
Ante este panorama, el Gobierno autonómico explora alternativas, como el aumento de los pagos por horas extras y continuidades asistenciales para los radiólogos que ya están en activo. La colaboración con el Colegio de Médicos se antoja fundamental para encontrar soluciones a corto y largo plazo. La nueva etapa, marcada por el diálogo y la búsqueda de un «supermán» para la Salud, se presenta llena de retos. Andalucía necesita reconstruir la confianza en su sistema sanitario y garantizar una atención oncológica de calidad para todos sus ciudadanos.
La búsqueda de un «supermán» para la Consejería de Salud, tras el bochornoso episodio de los cribados de cáncer de mama, revela una preocupante tendencia a personalizar las responsabilidades en lugar de abordar las deficiencias estructurales del sistema. Es tentador buscar un líder carismático que solvente todos los problemas, pero esta estrategia evade la necesidad urgente de una auditoría profunda y transparente de la gestión sanitaria andaluza. Si bien la colaboración con los profesionales sanitarios y sus representantes es un paso positivo, no debe convertirse en una cortina de humo que oculte la falta de planificación a largo plazo y la precariedad laboral que sufren muchos de estos profesionales. La pregunta clave no es quién asume el cargo, sino cómo se van a reformar los protocolos, optimizar los recursos y dignificar las condiciones de trabajo para evitar que estas crisis se repitan.
El parche temporal de aumentar las horas extras y las continuidades asistenciales para los radiólogos, ante la dificultad de cubrir las plazas vacantes, es un síntoma evidente de que la raíz del problema radica en la falta de atractivo del sistema sanitario andaluz para los profesionales. Un sistema que, presumiblemente, ofrece salarios poco competitivos, condiciones laborales extenuantes y una burocracia asfixiante. El refuerzo «permanente» de la plantilla con 60 profesionales, que la Junta anuncia, suena a brindis al sol si no se acompañan de medidas concretas para mejorar la calidad de vida laboral de los sanitarios. En caso contrario, la búsqueda del «supermán» se convertirá en la búsqueda de Sísifo, condenado a empujar una y otra vez la misma piedra cuesta arriba.
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