El sistema sanitario andaluz se enfrenta a un desafío mayúsculo: la creciente demanda de pruebas de radiodiagnóstico, desde mamografías hasta TAC, tensiona al límite una plantilla ya de por sí mermada. La reciente crisis desatada por los fallos en el cribado de cáncer de mama en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla ha destapado la cruda realidad: la falta de radiólogos es un problema estructural que amenaza la calidad de la atención sanitaria en la región.
La Junta de Andalucía ha anunciado un ambicioso plan de choque para incorporar 65 nuevos radiólogos a la plantilla, lo que supondría un incremento del 10%. Sin embargo, las dudas sobre la viabilidad de este plan son palpables. El Sindicato Médico Andaluz califica el anuncio de «chocante», señalando la dificultad de encontrar profesionales disponibles en un mercado laboral cada vez más competitivo. La evidencia es clara: en una reciente convocatoria para cubrir plazas indefinidas, de 18 puestos para radiólogos, solo se cubrieron 9.
La pregunta que resuena en los pasillos de los hospitales andaluces es: ¿dónde están los radiólogos? Las razones de esta escasez son multifactoriales. Por un lado, la sobrecarga de trabajo y las condiciones laborales poco atractivas empujan a muchos profesionales a buscar oportunidades en otras comunidades autónomas o en el sector privado. Por otro lado, la formación MIR no es suficiente para cubrir las necesidades reales del sistema sanitario, lo que genera un cuello de botella que impide la renovación generacional de la plantilla.
Ante esta situación, la Junta de Andalucía se plantea diversas alternativas. Además de buscar radiólogos en la bolsa de empleo y lanzar convocatorias abiertas, se exploran medidas como la mejora de las condiciones laborales para incentivar la permanencia y la ampliación de jornada de los profesionales ya existentes. Sin embargo, estas soluciones puntuales no abordan el problema de raíz, que requiere una inversión a largo plazo en formación, infraestructuras y condiciones laborales.
La falta de recursos propios ha llevado a la Junta de Andalucía a recurrir a la externalización de servicios, contratando a clínicas privadas para la realización de pruebas diagnósticas. En 2023, se aprobó un macrocontrato de 200 millones de euros para concertar servicios de mamografías, colonoscopias y TAC. Si bien esta medida permite aliviar la presión asistencial a corto plazo, plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo y la calidad de la atención que reciben los pacientes.
La externalización no puede ser la única respuesta a la escasez de radiólogos. Es fundamental que la Junta de Andalucía apueste por reforzar el sistema público de salud, invirtiendo en la formación de nuevos profesionales, mejorando las condiciones laborales y dotando a los hospitales de la tecnología necesaria para ofrecer una atención de calidad. De lo contrario, la salud de los andaluces seguirá pendiendo de un hilo, a merced de un sistema sanitario al borde del colapso.
La desesperada búsqueda de radiólogos en Andalucía no es solo un síntoma, sino un indicador alarmante de la miopía que aqueja la gestión sanitaria en la región. Anunciar parches como la contratación masiva, al tiempo que se ignoran las raíces del problema, resulta no solo ineficaz, sino insultante para los profesionales sanitarios que llevan años denunciando la precariedad y la falta de inversión. ¿Cómo se pretende retener el talento si no se ofrecen condiciones laborales dignas, salarios competitivos y la posibilidad de desarrollar una carrera profesional en un entorno estimulante? La fuga de radiólogos no es un fenómeno espontáneo; es la consecuencia lógica de una política que prioriza los recortes y la externalización frente a la sostenibilidad y la calidad del servicio público.
La externalización masiva, presentada como solución, es en realidad un peligroso atajo que erosiona la columna vertebral del sistema sanitario andaluz. Confiar la salud de los ciudadanos a empresas privadas, motivadas por el lucro, genera legítimas dudas sobre la calidad y la accesibilidad de las pruebas diagnósticas. Si bien puede aliviar la presión asistencial a corto plazo, se está hipotecando el futuro de la sanidad pública, creando una dependencia perversa de un sector privado que, en última instancia, busca maximizar sus beneficios a expensas de la salud de los andaluces. Es imperativo que la Junta de Andalucía invierta en la formación de nuevos radiólogos, mejore las condiciones laborales y dote a los hospitales de la tecnología necesaria, construyendo un sistema público fuerte y resiliente, capaz de garantizar una atención de calidad para todos.
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