En el marco de las celebraciones que marcan el inicio de la época navideña, la Junta de Andalucía ha dado un paso significativo que eleva la tradición del belenismo a nuevas alturas. En octubre pasado, el Consejo de Gobierno aprobó la inscripción del belenismo como Bien de Interés Cultural (BIC), específicamente como Actividad de Interés Etnológico. Este reconocimiento subraya no solo la importancia de crear portales de Belén en los hogares andaluces, sino también el profundo arraigo emocional y cultural que esta práctica tiene en la comunidad.
El belenismo, que se remonta a su creación por San Francisco de Asís en el siglo XIII, ha evolucionado hasta convertirse en un símbolo de la identidad andaluza. En verano, las calles se empiezan a llenar de actividad, con comunidades, familias y asociaciones trabajando juntas para plasmar sus visiones del Nacimiento. Ramón García, presidente de la Asociación de Belenistas de Jerez de la Frontera, destaca que este reconocimiento es un tributo a la "perseverancia de quienes montan un Nacimiento", pero también una forma de revalidar nuestras raíces ante las tendencias contemporáneas.
La esencia del Belén andaluz no solo reside en la fe, sino en una expresión artística vibrante y colectiva. Según García, "el Belén andalusí es un belén colorido y vivo", que trasciende la mera decoración religiosa. La ambientación, la luz y los colores juegan un papel fundamental en la experiencia que se ofrece al espectador. En cada figura y cada escena se respira el mismo sentimiento que provoca el arte flamenco: una conexión visceral que “pellizca” el alma.
Además de este elemento visual, el belenismo abarca un saber hacer que ha perdurado de generación en generación, desde la creación artesanal de figuras hasta la escenificación de paisajes que relatan historias. Este patrimonio intangible está en constante evolución, y diversas asociaciones en Andalucía buscan fomentar la investigación y protección de esta tradición, que, como señala una nota de prensa del Gobierno andaluz, "es un bien patrimonial en constante evolución y con fuerte arraigo en la comunidad andaluza".
El belenismo no es una actividad aislada; se trata de un fenómeno que invita a la convivencia y la celebración. Según la resolución de Patrimonio del año pasado, la práctica del belenismo es el preludio para otras tradiciones como el canto de villancicos o la realización de ofrendas, lo que fomenta la "sociabilidad colectiva". Este vínculo con otras expresiones culturales, como la zambomba, pone de manifiesto la importancia de la tradición oral y musical en la construcción de una identidad regional.
Con el estatus de Bien de Interés Cultural, el belenismo andaluz no solamente se convierte en una tradición digna de preservación, sino que también se reafirma como un elemento vital que une a las comunidades, permitiendo a las generaciones futuras no solo recordar, sino vivir y celebrar su patrimonio cultural.
El reciente reconocimiento del belenismo andaluz como Bien de Interés Cultural (BIC) es un triunfo no solo para quienes han mantenido viva esta tradición a lo largo de los años, sino también para la identidad cultural de Andalucía en su conjunto. Este impulso institucional debería ser un llamado a la reflexión sobre la importancia de proteger nuestras raíces culturales frente a las amenazas de la homogeneización global. Al elevar el belenismo a la categoría de Actividad de Interés Etnológico, la Junta de Andalucía subraya que estas prácticas no son meras tradiciones folclóricas, sino que representan una expresión viva de nuestra historia, creatividad y sentido de comunidad. Sin embargo, la efectividad de este reconocimiento dependerá de las acciones concretas que se tomen para garantizar que el belenismo no se convierta en una mera formalidad burocrática, sino en un estímulo para la participación activa de la comunidad.
Más allá de la burocracia, el belenismo es un arte colectivo que también sirve como un medio poderoso para fomentar la sociabilidad colectiva en nuestros pueblos y ciudades. Las interacciones que brotan de la creación de un belén, desde las discusiones familiares sobre su diseño hasta las exhibiciones comunitarias, destacan que nuestras tradiciones son esencialmente un espacio de encuentro y diálogo entre generaciones. En tiempos en que lo digital parece desplazar lo tradicional, es crucial que acciones como esta no solo sean celebradas, sino que se conviertan en un impulso tangible para la educación y preservación de nuestras tradiciones. En definitiva, el belenismo no solo nos conecta con el pasado, sino que también nos invita a imaginar un futuro donde nuestra cultura, rica y diversa, continúe floreciendo dentro y fuera de nuestras fronteras.
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