El Servicio Andaluz de Salud (SAS) se enfrenta a un duro revés en su ambicioso plan para reforzar la plantilla sanitaria. A pesar de la innovadora estrategia de ofrecer contratos de larga duración a los médicos MIR recién graduados, la iniciativa ha cosechado resultados decepcionantes en su primera fase, dejando al descubierto las profundas grietas que persisten en el sistema. Los datos son alarmantes: de las 817 plazas ofertadas, solo se han cubierto 180, un escaso 20% del total.
La radiografía de esta crisis revela un preocupante desequilibrio entre especialidades. Mientras algunas áreas como neurología y cirugía plástica han logrado completar su cupo, otras, vitales para la atención primaria y la salud infantil, se encuentran al borde del colapso. La pediatría, con una acuciante necesidad de personal, es el caso más flagrante: de las 187 plazas ofrecidas a los 73 pediatras MIR que finalizan su formación, apenas siete han aceptado el contrato, un paupérrimo 5%.
La situación no es más alentadora en medicina familiar, la especialidad con mayor demanda y un pilar fundamental de la atención primaria. De las 462 plazas disponibles para los 374 MIR que terminan su residencia, solo 83 han encontrado un candidato dispuesto a ocuparlas, un desalentador 10%. La falta de atractivo de estas plazas pone en entredicho la capacidad del SAS para garantizar una atención primaria de calidad y accesible para todos los andaluces.
¿Qué está fallando? Las razones detrás de este fracaso son complejas y multifactoriales. Los sindicatos apuntan a las precarias condiciones laborales, los bajos salarios y la falta de incentivos como los principales factores que disuaden a los jóvenes médicos de quedarse en el SAS. «Los datos son más que concluyentes en todas las especialidades y sobre todo en Medicina de Familia de Atención Primaria o Pediatra de Atención Primaria donde no somos capaces de retener a estos profesionales altamente capacitados», denuncia UGT. La fuga de talento hacia otras comunidades autónomas o la sanidad privada, donde las condiciones son más favorables, es una realidad que amenaza con agravar aún más la crisis.
El SAS se aferra al optimismo y confía en que muchos MIR reconsideren su decisión en las próximas convocatorias. Sin embargo, la desconfianza y el descontento entre los profesionales sanitarios son evidentes. Para revertir esta situación, se requiere una profunda reflexión y un cambio radical en las políticas de recursos humanos del SAS. No basta con ofrecer contratos, es necesario mejorar las condiciones laborales, ofrecer estabilidad y reconocimiento profesional, y apostar por una sanidad pública de calidad que atraiga y retenga a los mejores talentos. De lo contrario, el futuro de la sanidad andaluza se presenta sombrío y lleno de incertidumbre.
El estrepitoso fracaso del SAS en la fidelización de los MIR no solo es un titular alarmante, sino un síntoma de una enfermedad mucho más profunda que aqueja a nuestra sanidad pública. Mientras el consejero de turno se llena la boca con discursos grandilocuentes sobre la excelencia del sistema, la realidad se impone con la crudeza de unos números que claman al cielo. No es simplemente una cuestión de contratos; es un problema de visión estratégica, de abandono sistemático de la atención primaria y, sobre todo, de desprecio hacia unos profesionales a los que se exige vocación pero se les niega reconocimiento y unas condiciones laborales dignas. Ofrecer un contrato sin invertir en infraestructura, sin aligerar la carga burocrática, sin garantizar la conciliación familiar y sin un salario competitivo es como ofrecer un oasis en el desierto… sin agua.
Resulta obsceno que, mientras la clase política se dedica a batallas partidistas y a engordar sus propios privilegios, el futuro de la sanidad andaluza se tambalee por la falta de pediatras y médicos de familia. La fuga de talento no es una fatalidad, sino el resultado predecible de políticas miopes y de una gestión que prioriza el ahorro cortoplacista sobre la inversión en capital humano. La «joya de la corona» que es la medicina familiar, como pomposamente se la define, se está oxidando a pasos agigantados ante la inacción de quienes deberían protegerla. Si el SAS no reacciona con urgencia, si no escucha las reivindicaciones de los profesionales, si no apuesta por una sanidad pública atractiva y de calidad, el colapso no será una amenaza, sino una triste realidad que pagaremos todos los andaluces.
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