Málaga, 8 de octubre de 2025 – En una sesión parlamentaria marcada por la tensión y las acusaciones cruzadas, el anteproyecto de Ley de Vivienda de Andalucía superó ayer su primer obstáculo al rechazar las enmiendas a la totalidad presentadas por la oposición. Un rechazo que no implica, ni mucho menos, un camino allanado para una ley que promete desatascar el acceso a la vivienda en una comunidad donde la demanda supera con creces la oferta. La pregunta que resuena en los pasillos del Parlamento y en las calles de las ciudades andaluzas es si esta ley, nacida con medidas ya implementadas vía decreto, será el revulsivo que necesita el sector o un simple parche que no aborda la raíz del problema.
El gobierno de Moreno Bonilla defiende la ley como una herramienta fundamental para incentivar la construcción de viviendas asequibles, apostando por la colaboración público-privada como eje central de su estrategia. La idea es sencilla: facilitar la recalificación de terrenos y ofrecer incentivos a las empresas constructoras para que inviertan en proyectos de vivienda social. Sin embargo, la oposición critica duramente este enfoque, argumentando que la ley favorece los intereses de las grandes empresas inmobiliarias en detrimento de los ciudadanos que realmente necesitan una vivienda digna. Verónica Pérez, diputada del PSOE-A, fue contundente al afirmar que la ley «no cumple con el mandato constitucional» y se limita a «declaraciones genéricas» sin garantías reales.
Uno de los puntos más controvertidos de la ley es su apuesta por la colaboración público-privada. Mientras el gobierno andaluz la presenta como una fórmula para acelerar la construcción de viviendas asequibles, la oposición la tacha de «puerta trasera» para la especulación inmobiliaria. Los críticos argumentan que los incentivos fiscales y las facilidades administrativas que se ofrecen a las empresas constructoras podrían derivar en la construcción de viviendas que, aunque se califiquen como «asequibles», sigan estando fuera del alcance de las familias con menos recursos. Además, existe la preocupación de que la recalificación de terrenos pueda tener un impacto negativo en el medio ambiente y en el desarrollo sostenible de las ciudades andaluzas.
Pero no todo es debate económico. La ley también pretende abordar el problema de la ocupación ilegal, un tema que genera gran preocupación entre los propietarios de viviendas. La creación de un sistema de información y asesoramiento en materia de desahucios y las unidades municipales de asesoramiento son medidas que buscan ofrecer una respuesta a este problema, pero la oposición considera que son insuficientes y que no abordan las causas profundas de la ocupación, como la falta de acceso a la vivienda y la pobreza. En este sentido, Alejandro Hernández, diputado de Vox, criticó la ley por considerar que no protege suficientemente a los propietarios y que favorece a los ocupantes ilegales.
La tramitación parlamentaria de la Ley de Vivienda aún está en sus primeras etapas y se prevé un debate intenso en las próximas semanas. La consejera de Vivienda, Rocío Díaz, ha reiterado su disposición a dialogar con todos los grupos políticos para llegar a un acuerdo que permita aprobar una ley que beneficie a todos los andaluces. Sin embargo, la desconfianza entre el gobierno y la oposición es palpable y las posturas parecen alejadas. En un contexto de crisis económica y de creciente desigualdad social, el acceso a la vivienda se ha convertido en un problema acuciante en Andalucía. La Ley de Vivienda es una oportunidad para abordar este problema de manera integral, pero su éxito dependerá de la capacidad de los políticos para dejar de lado sus diferencias ideológicas y trabajar juntos por el bien común. Solo el tiempo dirá si esta ley será recordada como un hito en la política andaluza o como un nuevo fracaso en la lucha por el derecho a la vivienda.

La recién desbloqueada Ley de Vivienda andaluza, lejos de ser la panacea que promete el gobierno de Moreno Bonilla, se perfila como una nueva oportunidad perdida para abordar de raíz el problema del acceso a la vivienda. La apuesta por la colaboración público-privada, si bien atractiva en teoría, levanta serias dudas sobre su efectividad real. ¿Acaso no hemos visto ya cómo estos «incentivos» terminan engordando los bolsillos de las grandes constructoras mientras el ciudadano medio sigue asfixiado por alquileres imposibles o la imposibilidad de acceder a una hipoteca? Temo que esta ley, maquillada de buenas intenciones, termine siendo un mero ejercicio de maquillaje político que contenta a unos pocos y deja a la mayoría en la misma precariedad.
Más allá del debate económico, la ley parece obviar las causas estructurales que alimentan la ocupación ilegal, limitándose a parchear el problema con «unidades de asesoramiento» que suenan más a brindis al sol que a soluciones reales. Mientras no se ataje la precariedad laboral, la falta de oportunidades y la creciente desigualdad social, la ocupación seguirá siendo un síntoma, no la enfermedad. La verdadera audacia consistiría en invertir en políticas sociales ambiciosas, en fomentar el empleo digno y en construir un parque de vivienda pública verdaderamente accesible. De lo contrario, esta ley, por mucho que se vista de modernidad, no será más que un nuevo capítulo en la larga historia de promesas incumplidas en materia de vivienda en Andalucía.
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