La exuberante belleza que dejó la primavera en los campos andaluces se torna, paradójicamente, en una espada de Damocles para este verano. Las intensas lluvias, que aliviaron la sed de la tierra y dibujaron un tapiz esmeralda, han propiciado el crecimiento desmesurado de vegetación herbácea. Ahora, bajo el implacable sol estival, esta alfombra verde se seca, convirtiéndose en un combustible altamente inflamable, listo para arder ante la menor chispa. La Agencia de Emergencias de Andalucía (EMA) ha activado el protocolo de riesgo extremo de incendios, extendiéndose hasta el 15 de octubre, en una carrera contrarreloj para mitigar el peligro latente.
Consciente del peligro que acecha, la Junta de Andalucía ha dispuesto un ambicioso plan de lucha contra incendios, el Plan Infoca, dotado con 257 millones de euros y un contingente de 4.700 efectivos. Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta, visitó el helipuerto de la Cartuja para inspeccionar los recursos y mostrar su apoyo a los profesionales de la EMA. "Este verano se prevé difícil", advirtió Moreno, subrayando la paradoja de una primavera generosa que ahora amenaza con alimentar las llamas. El presidente andaluz elogió la creación de la EMA, una agencia que integra a bomberos del Infoca, Grupos de Emergencias de Andalucía (GREA), voluntarios de Protección Civil y operadores del 112, consolidando la respuesta ante las emergencias.
Sin embargo, la visita de Moreno no estuvo exenta de controversia. A las afueras del helipuerto, un grupo de bomberos se manifestaba, alzando sus voces en protesta contra el gobierno autonómico. Reclamaban el reconocimiento de su antigüedad, un compromiso que, según denuncian, aún no se ha materializado. Raúl Mena, secretario general de CCOO en la EMA, denunció la falta de personal, estimando que faltan más de 500 efectivos para alcanzar la plantilla óptima de 3.500. Esta carencia, sumada a la supuesta falta de Equipos de Protección Individual (EPI), pone en jaque la capacidad de respuesta ante la creciente amenaza de incendios.
Pese a las dificultades y las críticas, la Junta de Andalucía insiste en su compromiso con la protección del patrimonio natural. Moreno recordó que Andalucía es la comunidad con mayor superficie de espacios verdes y protegidos, reiterando la obligación de salvaguardar este tesoro. La inversión de 165 millones de euros en la mejora de material e infraestructuras es una muestra de este compromiso, aunque las protestas de los bomberos ponen en duda la eficacia de las medidas adoptadas.
Mientras el sol calienta con intensidad y la vegetación se seca a pasos agigantados, Andalucía se prepara para un verano que se antoja crucial. La prevención y la rápida respuesta serán claves para evitar que las llamas devoren el legado natural de la región. La EMA, con sus recursos y sus hombres, se enfrenta a un desafío monumental, mientras las reivindicaciones de los bomberos resuenan como una advertencia sobre la necesidad de reforzar el sistema de prevención y extinción de incendios. El destino de los bosques andaluces pende de un hilo, en un verano donde la belleza de la primavera se ha transformado en una amenaza latente.
La recurrente imagen de la Andalucía paradójica, esa que pasa de la bendición hídrica a la condena ígnea en cuestión de semanas, debería ser un toque de atención constante, no un titular anual. No basta con celebrar inversiones millonarias y despliegues impresionantes si, al mismo tiempo, se desatienden las reivindicaciones fundamentales de quienes están en la primera línea de batalla contra el fuego. El Plan Infoca, por robusto que parezca sobre el papel, corre el riesgo de convertirse en un gigante con pies de barro si la Junta de Andalucía no atiende con urgencia las demandas de sus bomberos. La precariedad laboral, la falta de personal y la carencia de equipamiento adecuado no son meros detalles; son grietas que pueden abrirse y dejar pasar el desastre, por muy bienintencionado que sea el discurso oficial.
Es preocupante que, año tras año, volvamos a caer en la misma trampa: la prevención relegada a un segundo plano en favor de la extinción reactiva. Si bien la inversión en medios es crucial, la verdadera defensa de nuestro patrimonio natural reside en una estrategia integral que priorice la gestión forestal sostenible, la educación ambiental y la implicación de la ciudadanía. No podemos seguir esperando a que la chispa salte para lamentar la pérdida de hectáreas de monte mediterráneo. Urge un cambio de paradigma, donde la prevención sea la piedra angular y donde el reconocimiento de la labor de los bomberos no sea un acto de campaña, sino una política de Estado consolidada. Solo así podremos evitar que la exuberancia primaveral se convierta en la antesala de un verano infernal.
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