El litoral andaluz, bañado por la historia y cuna de biodiversidad, enfrenta un nuevo desafío: la invasión silenciosa de la Rugulopterix Okamurae, el alga asiática que, desde su detección en el Estrecho de Gibraltar en 2016, ha conquistado las costas desde Almería hasta El Puerto de Santa María. Pero lejos de resignarse, Andalucía se planta ante esta amenaza con un Plan de Gestión pionero, aprobado ayer en Consejo de Gobierno, que busca no solo mitigar los impactos, sino también transformar el problema en una oportunidad para la investigación, la innovación y el desarrollo sostenible.
Este plan, concebido como una hoja de ruta a largo plazo, se basa en tres pilares fundamentales: el conocimiento, la acción y la colaboración. En primer lugar, se establece un sistema de monitorización y cartografiado continuo que permitirá seguir la expansión del alga con precisión milimétrica, anticipando sus movimientos y concentraciones. Esta información será crucial para la toma de decisiones y la implementación de medidas preventivas y correctivas.
Además, la Junta de Andalucía apuesta por la investigación científica como motor del cambio. Se incentivarán proyectos que profundicen en la biología y ecología del alga, buscando respuestas a preguntas clave: ¿Cómo se propaga? ¿Qué factores favorecen su crecimiento? ¿Qué mecanismos podemos utilizar para controlarla de forma efectiva y respetuosa con el medio ambiente? La respuesta a estas preguntas no solo servirá para frenar la invasión, sino también para explorar posibles usos y aplicaciones del alga, desde la producción de biomasa hasta la elaboración de productos cosméticos o farmacéuticos.
El plan no se limita a la contención y la investigación. También incluye medidas concretas para proteger la biodiversidad marina y los servicios ecosistémicos que proporciona el litoral andaluz. Se fortalecerán las acciones de conservación de especies autóctonas y hábitats amenazados, especialmente en los espacios protegidos. Se promoverán prácticas de pesca sostenible que minimicen el impacto del alga en las capturas. Y se trabajará en la sensibilización y concienciación de la población, informando sobre los riesgos y oportunidades asociados a la invasión y fomentando la participación ciudadana en la búsqueda de soluciones.
La clave del éxito de este ambicioso plan reside en la coordinación y la colaboración entre administraciones, científicos, pescadores, empresarios y ciudadanos. Solo trabajando juntos, aunando esfuerzos y compartiendo conocimientos, podremos vencer este desafío y convertir la amenaza del alga asiática en una oportunidad para construir un futuro más sostenible y próspero para Andalucía. La lucha ha comenzado, y Andalucía está preparada para liderarla.
La declaración de «guerra» al alga asiática por parte de la Junta de Andalucía suena, a priori, a una reacción necesaria ante un problema que amenaza la salud de nuestro litoral. El anuncio de un plan pionero, con sus tres pilares de conocimiento, acción y colaboración, es sin duda bienvenido. Sin embargo, queda la duda de si este despliegue de intenciones no llega tarde y si, sobre todo, cuenta con la dotación presupuestaria real que permita pasar de la «hoja de ruta» a la acción efectiva. La historia reciente de la gestión medioambiental en Andalucía, plagada de buenas intenciones diluidas en recortes y burocracia, invita a la cautela. Será crucial que este plan no se convierta en un mero ejercicio de marketing político, sino en una apuesta firme y constante por la protección de nuestro ecosistema.
Más allá de la retórica optimista de convertir la amenaza en oportunidad, es necesario un análisis realista y autocrítico. Celebrar la posible explotación del alga para fines cosméticos o farmacéuticos puede resultar incluso contraproducente si, en el camino, se descuidan las medidas de control y erradicación. La investigación científica es fundamental, pero no debe eclipsar la urgencia de contener la expansión del alga, que ya está causando daños irreparables a la biodiversidad y a la actividad pesquera. La clave del éxito residirá, sin duda, en la coordinación entre administraciones y sectores, pero también en la transparencia y la rendición de cuentas. Los malagueños merecemos conocer en detalle cómo se gestionarán los recursos y cuáles serán los indicadores que permitan evaluar la efectividad del plan. De lo contrario, corremos el riesgo de que la «guerra» contra el alga asiática se convierta en otra batalla perdida en el Mediterráneo.
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